En una de mis imprudencias publicadas incluí este ¿inocente? poema.
Hoy todavía me siento más solo y creo en menos cosas, pero esto de (sobre)vivir va así.
...Pero el alma se pobló de moho
Llámame nostálgico, romántico,
soñador o inocente,
pero qué bonito era pensar
que con la palabra podíamos
cambiar el mundo.
Que el hombre era bueno, a pesar de todo.
Cómo convivíamos con las imágenes de esos desgraciados
que quedaron atrapados en sus fotografías
y
que nos ayudaban a seguir adelante
y a encararlo todo, por duro que fuera.
Todavía no sentíamos moho en el alma
y todo estaba por hacer:
la mañana acababa de empezar.
Todo era posible.
No habíamos asimilado que del hombre
nada cabe esperar como colectivo
(no esperes nada de persona alguna, ni de Dios, de Estado
o de Iglesia alguna: así no serás defraudado nunca).
Que de lo que se trata es de multiplicar los números
y que haya más euros en el banco
(antes contábamos en pesetas),
para que la gente me mire como a un triunfador.
Aunque el moho se apropie de mi alma. Da igual. No se ve.
todos esperamos siempre algo de alguien, aunque nos hagamos los duros
ResponderEliminarGracias, anónimo amigo, por venir y por su mensaje. Es posible, el poeta no deja de ser un fingidor, como nos enseñó Pessoa, pero... la idea final es un horizonte que cada día tengo más cerca.
ResponderEliminarUna indiscreción: ¿de quién o de qué espero algo? De alguna que otra persona (lo confieso: todavía...) y, sobre todo, de las obras creativas (que no de los creadores);
un abrazo, amigo, GRACIAS por acompañarnos
Se deja de creer en Dios y se puede acabar creyendo cualquier cosa
ResponderEliminarGracias, anónimo amigo, por visitarnos. Bueno, la capacidad de inventiva no tiene límite. Inventamos a Dios a nuestra imagen y semejanza y ahora podemos inventar dioses que se nos parezcan más o menos, por qué no...
ResponderEliminarun abrazo fuerte, GRACIAS por el comentario.