Es el título de mi aportación en una revista que homenajeará a m querido Albert Camus. Incluyo el comienzo de mi trabajo, hasta donde puedo leer, como hacían en "Un, dos, tres". A ver si les engancho a Camus, a "Los justos", al trabajo o a mí, vayan a saber a qué pretendo enganchar al incauto que por aquí se acerque...
Los que hemos comprobado cómo desaparecía la ética en las relaciones sociales, pero a la vez éramos capaces de no lucir el sentido del humor a media asta, generalmente hemos encontrado muy razonable enarbolar la bandera de la estética. La estética como pose ética, incluso. En el plano ético, de un tiempo a esta parte, la estética me puede: por ejemplo, soy capaz de defender a México aunque sólo sea por la equis del nombre (algo así hizo Valle-Inclán en su día, más o menos), la única bandera que me parece respetable como para colgar de un balcón es la bandera pirata, me sigue emocionando “La Marsellesa” cada vez que la escucho (sobre todo en “Casablanca”), único derroche patriótico que me consiento, y siempre defendí la boutade de que era preferible equivocarse con Sartre antes que acertar con Camus (bueno, sí, era Aron…). Pero no me cabe duda: aunque sigo admirando al genio existencialista de mirada divergente (por tantas y tantas razones que no vienen al caso en este momento) casi por encima de todas las cosas, el que llevaba razón era Camus. Por otra parte, me lo tendría que hacer mirar, pues mi perfil es mucho más afín a Camus que a Sartre, de aquí a Lima (pasando por la casa de mi admirado Vargas Llosa): venido de abajo, sensato pero pasional, sentimental pero duro, autodidacta en cuestiones filosóficas, futbolista y futbolero, bullanguero e intimista según el momento… Me resulta más afín que una mente químicamente pura como la de Sartre. Camus incluso fue despedido de uno de esos empleos gastronómicos que un creador debe tener para subsistir (y así poder crear: dedicarse a “su obra”, la meta) por la sencilla razón de que no sabía redactar. La Historia no le daría la razón al miope empleador, como podemos intuir, así como tampoco la Academia Sueca. Camus siempre está cerca de mí. Y en este trabajo quiero poner a funcionar la lupa intentando meditar al hilo de “Los justos”. Estas reflexiones no son unas reflexiones canónicas: abundan las páginas canónicas de canónicas mentes pensantes, ya sea sobre Camus o sobre el gazpacho con pepino. Y no quiero ser un comentarista canónico más de Camus (tampoco estoy preparado para serlo), ni repetir lo que por ahí hayan dejado dicho otros antes que yo. Quiero meditar sobre Camus con la excusa de “Los justos”, o viceversa, aunque a lo mejor estoy reflexionando sobre mí con la excusa de Camus. A saber…
Gracias, amigo y paisano Antonio, por tu visita y cariño. Espero que estas cosillas te sigan interesando y... me pasearé por tu sugerente blog también de modo periódico, en mis ciber-paseos, un abrazo,
Es el título de mi aportación en una revista que homenajeará a m querido Albert Camus.
ResponderEliminarIncluyo el comienzo de mi trabajo, hasta donde puedo leer, como hacían en "Un, dos, tres".
A ver si les engancho a Camus, a "Los justos", al trabajo o a mí, vayan a saber a qué pretendo enganchar al incauto que por aquí se acerque...
Los que hemos comprobado cómo desaparecía la ética en las relaciones sociales, pero a la vez éramos capaces de no lucir el sentido del humor a media asta, generalmente hemos encontrado muy razonable enarbolar la bandera de la estética. La estética como pose ética, incluso.
ResponderEliminarEn el plano ético, de un tiempo a esta parte, la estética me puede: por ejemplo, soy capaz de defender a México aunque sólo sea por la equis del nombre (algo así hizo Valle-Inclán en su día, más o menos), la única bandera que me parece respetable como para colgar de un balcón es la bandera pirata, me sigue emocionando “La Marsellesa” cada vez que la escucho (sobre todo en “Casablanca”), único derroche patriótico que me consiento, y siempre defendí la boutade de que era preferible equivocarse con Sartre antes que acertar con Camus (bueno, sí, era Aron…). Pero no me cabe duda: aunque sigo admirando al genio existencialista de mirada divergente (por tantas y tantas razones que no vienen al caso en este momento) casi por encima de todas las cosas, el que llevaba razón era Camus. Por otra parte, me lo tendría que hacer mirar, pues mi perfil es mucho más afín a Camus que a Sartre, de aquí a Lima (pasando por la casa de mi admirado Vargas Llosa): venido de abajo, sensato pero pasional, sentimental pero duro, autodidacta en cuestiones filosóficas, futbolista y futbolero, bullanguero e intimista según el momento… Me resulta más afín que una mente químicamente pura como la de Sartre. Camus incluso fue despedido de uno de esos empleos gastronómicos que un creador debe tener para subsistir (y así poder crear: dedicarse a “su obra”, la meta) por la sencilla razón de que no sabía redactar. La Historia no le daría la razón al miope empleador, como podemos intuir, así como tampoco la Academia Sueca.
Camus siempre está cerca de mí. Y en este trabajo quiero poner a funcionar la lupa intentando meditar al hilo de “Los justos”. Estas reflexiones no son unas reflexiones canónicas: abundan las páginas canónicas de canónicas mentes pensantes, ya sea sobre Camus o sobre el gazpacho con pepino. Y no quiero ser un comentarista canónico más de Camus (tampoco estoy preparado para serlo), ni repetir lo que por ahí hayan dejado dicho otros antes que yo. Quiero meditar sobre Camus con la excusa de “Los justos”, o viceversa, aunque a lo mejor estoy reflexionando sobre mí con la excusa de Camus. A saber…
Gracias, Antonio. Interesantísimo tu blog. Lo frecuentaré. Un gran abrazo desde Madrid, con mi amistad, ya.
ResponderEliminarGracias, amigo y paisano Antonio, por tu visita y cariño. Espero que estas cosillas te sigan interesando y... me pasearé por tu sugerente blog también de modo periódico, en mis ciber-paseos,
ResponderEliminarun abrazo,