Disfruté de Roma antes y después de emborronar papeles, con mejor o peor
estilo (que eso ya es otro tema). Inventarié la ciudad de acuerdo a mis
obsesiones, fetiches y filias, de muy diversos tipos. Y siempre la
llevaré dentro, como apuntaba Cavafis (aunque en otro sentido).
Pero desde que me tomé algo más en serio lo de emborronar papeles (que no a mí mismo: me parece mentalmente muy sano eso de tomar en serio lo que haces, pero no a ti mismo), jamás volví a meter la mano en la Bocca della Verità. Cada vez que pasaba por Santa Maria in Cosmedin miraba de reojo a los turistas, que imitaban a Gregory Peck (con o sin conciencia de ello) y disparaban mil fotos, y sonreía.
Quizá porque pensaba que, en mi caso, no convenía perder una mano por una foto.
Pero desde que me tomé algo más en serio lo de emborronar papeles (que no a mí mismo: me parece mentalmente muy sano eso de tomar en serio lo que haces, pero no a ti mismo), jamás volví a meter la mano en la Bocca della Verità. Cada vez que pasaba por Santa Maria in Cosmedin miraba de reojo a los turistas, que imitaban a Gregory Peck (con o sin conciencia de ello) y disparaban mil fotos, y sonreía.
Quizá porque pensaba que, en mi caso, no convenía perder una mano por una foto.
Cuadernos de Roma, letras que emborronan los blancos papeles con la delicadeza y la textura de tu artesanía y sensibilidad, Roma la eterna, buen trabajo caro!!!
ResponderEliminarGrazie, carissimo Víctor, por recordar aquellos papelillos que iba emborronando en autobuses, fontane, piazze y periferias diversas... Un abrazo fuerte, de cómplice a cómplice, con Roma como fondo.
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