martes, 12 de junio de 2018

SOBRE "SUMISIÓN" DE HOUELLEBECQ, EN "MANUAL DE USO CULTURAL"



"Manual de Uso Cultural" (número 37, marzo/abril 2018) publica un trabajito que escribí sobre "Sumisión", de Michel Houellebecq. Un placer que agradezco. Es el que sigue.


LA “SUMISIÓN” INSUMISA DEL INSUMISO HOUELLEBECQ
 
 
Antonio J. Quesada
 
 
Aseguraba una querida profesora de Filosofía que tuve alguna vez que, a los temas, primero llegaban los creadores con sus intuiciones y, ya después, aparecía la infantería de pensadores con sus conceptos, como a poner orden. Lo decía con otras palabras, claro, pero como creador me tomo la licencia de añadir oxígeno creativo a una idea excelente.
Sí, creo que suele ser así. Un poeta, un novelista, un dramaturgo, lanza el fogonazo y, con su obra creativa, que no tiene por qué ser exacta o fiel a la realidad, puede aportar más que muchos pensadores. Nos hace disfrutar estéticamente, pero también siembra dudas, induce a intuir problemas o futuros más o menos inmediatos, refleja realidades… Hace tiempo que recurro a buenas novelas u obras de teatro (incluso a libros de poemas, en algún caso) para recrear climas concretos y hechos determinados, antes que leer al sesudo analista que llega luego a paso más lento, con sus pies doloridos de tantas sabias notas.
Michel Houellebecq y la polémica han ido, por la vida y por la Historia, de la mano. Son siameses sin especial interés en ser separados. Pero en el caso de “Sumisión” la cosa llegó a mayores: la salida al mercado (su temática, la coincidencia en el título con la película de Theo Van Gogh, asesinado en 2004, y el interés del entonces presidente Hollande por leerla), la portada de Charlie Hebdo, el atentado contra esta revista el mismo día de la distribución, etc. Sensaciones fuertes (y canalladas, en algún caso).
Una Francia islamizada y la caída a plomo de la sociedad civil, muy bien narradas (por cierto, con interesante retrato de la clase profesoral de la Universidad), que nos deben llevar a meditar. Los más conservadores del lugar vieron en el libro una especie de texto de costumbrismo político de los tiempos que corren, una especie de Acta notarial de lo que vivimos y de lo que vendrá ante la dejación de funciones de Occidente. Aquellos que le buscamos, generalmente, más pies al gato de los que suele tener, lo que vimos con este libro fue a un creador que agitaba fantasmas para que recapacitásemos y nos reubicáramos, además de permitirnos gozar con un texto literario excelente. Houellebecq, que para mí siempre será ese gran poeta de “Sobrevivir” que escribió excelentes textos narrativos (“Ampliación del campo de batalla”, “Las partículas elementales”, “Plataforma”,…), daba un paso más y nos regalaba un gran texto creativo e intervenía en un debate social que nos incumbe a todos. Ya en entrevistas y declaraciones había generado escándalo (nos enseñó Terenci Moix que no es que él quisiera escandalizar, es que la gente era muy escandalizable), pero ahora lo lograba de modo más intenso.
Superó así aquella sugerente idea que él mismo expresara en “Sobrevivir”, aquello de que el poeta era un parásito sagrado, y fue útil. Para aquellas personas que no aceptan la duda y la crítica, Houellebecq pasó a ser un enemigo a quien no estaría de más cortar la cabeza, y se generó cierta psicosis con el tema, pues no está el horno conceptual para bollos metafísicos. Houellebecq, genio y figura, jugó con ello en “El secuestro de Michel Houellebecq”, aquel trabajo en la línea de los mockumentaries especialmente concebido para houellebecquianos de diversos pelajes.
Y, aunque no quiero dejar ver el traje de jurista debajo del de creador, es inevitable con Houellebecq, caracterizado por poner en su sitio a esas metáforas más o menos malignas que son la religión, el patriotismo, los nacionalismos y demás parapetos conceptuales: ¿cómo resituar los límites de la libertad de expresión y de la libertad de creación? Ya no se puede ser racista, islamófobo u homófobo, aseguraba alguna vez, algo que antes era más factible. ¿Dónde está el límite? Alguna vez lancé ciertas preguntas al viento, vuelven a ser útiles: ¿Le ponemos un calzoncillo al “David” de Miguel Ángel? ¿Pintamos unas braguitas a la Venus del Espejo? Pido a un creador que me proporcione placer estético. Si, además, me regala inquietudes intelectuales, todavía mejor.
Es el caso.

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