VITTORIO “BARDONE” DE SICA
Antonio J. Quesada
Aseguraba Roberto Rossellini
que, durante su carrera, había hecho dos películas gastronómicas (de esas que
se hacen porque es necesario pagar alguna deuda o pensión alimenticia, comprar
una bicicleta al niño o porque apetece cambiar de coche o de casa): una de
ellas fue “El General Della Rovere” (la otra fue “Anima nera”). Sorprendente:
pese a que el nivel de ambientación de época no estuviese a la altura de “Roma,
città aperta” o “Paisà”, por ejemplo, sería un error pensar que estamos ante
una obra intrascendente (como tampoco lo fue el cine gastronómico de Buñuel,
por ejemplo). Basada en un relato de Indro Montanelli (con raíces que entroncan
con Fulvia Ripa di Meana), la película, de 1959, obtuvo el León de Oro en el
Festival de Venecia y bastantes otros reconocimientos, indicio de que estamos
ante un trabajo sólido. Y gran parte de la responsabilidad es del gran Vittorio
de Sica, soberbio protagonista.
“Vittoria per Vittorio”,
certamente. Ese genial artista y pícaro
que fue Vittorio de Sica borda el papel del buscavidas Bardone, timador de medio
pelo que se va metamorfoseando en el general resistente Della Rovere, quizás
porque pone bastante de sí en el personaje, y Vittorio De Sica es un tema que Vittorio
De Sica conoce al dedillo: juego, mujeres, trapicheos, deudas, etc. Como sucedía
con Luis Escobar (con quien guarda un inquietante parecido en la primera parte
del film) cuando interpretaba al Marqués de Leguineche, De Sica se disfraza con
una máscara que se parece peligrosamente a su auténtica cara, y si a ello se
une el genio que era, el resultado no puede ser más que bueno. Bardone se
enseñorea en su gran ficción y acaba dignificándose y muriendo como el héroe Della
Rovere, y De Sica hace una interpretación espectacular.
La trayectoria de
Vittorio le avala: poliédrico director de cine, ganador de cuatro Óscars,
maestro del neorrealismo (“Sciuscià”, “Ladri di biciclette”, considerada una de
las diez mejores películas jamás filmadas, “Miracolo a Milano”, “Umberto D” o
“La ciociara”, entre otras), director de películas tan cómicas como “Ieri, oggi
e domani” o “Matrimonio all’italiana”, y tierno director nostálgico en sus
últimos tiempos (recuerdo especialmente “Il giardino dei Finzi-Contini” o “I
girasoli”), “Il commendatore” era también un actor de raza, aunque quizás esta
faceta estaba oscurecida por su brillante trayectoria como director. Además, no
olvidemos cómo salvó la vida de trescientos judíos incluyéndolos como falsos extras
en una basílica, durante el rodaje de “La porta del cielo” (1945).
Volviendo a la película
de Rossellini, me sucede con “El General Della Rovere” algo parecido a lo que
me pasa con “El tercer hombre”: existe un director de la película, obviamente, y
no de escasa entidad, pero el magnetismo espectacular del protagonista (a su
vez, también director de obras maestras) inundará todo. La película tiene dos
partes diferenciables: la primera, en la que se ve al timador en toda su
plenitud, engañando por aquí y por allá, sobreviviendo y enredando, y la
segunda, en la que va cambiando de mentalidad y poco a poco se revestirá de
dignidad, muriendo como un auténtico héroe. El timador se apropia con tanta
pasión de la piel del general que acaba siendo coherente con él hasta sus
últimas consecuencias. “Viva l’Italia”.
Mítica y metafórica
película. Javier Cercas, en su libro “Anatomía de un instante”, utiliza a Della
Rovere como posible punto de referencia para Adolfo Suárez, inspirándose en aquel
editorial de “El País” de 18 de febrero de 1981: Suárez, alguien que
genéticamente no es demócrata, pero que se empapa de su papel de colaborador
insustituible para devolver la democracia al país, representa su rol a la
perfección hasta casi sus últimas consecuencias durante el 23-F, fecha en que
se enfrenta a las metralletas de la Guardia Civil para defender a la democracia
(si hubiese muerto en el envite, gritando “Viva España”, la realidad hubiese
imitado insoportablemente a la ficción).
Nuevamente, “Vittoria
per Vittorio”. Vittorio “Bardone” de Sica.
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