Si ayer dedicaba un tiempo excesivo a la
burocracia de trabajo (y esta mañana será así también, lo veo venir),
hoy el comienzo del día ha sido totalmente distinto. En el autobús de
las siete se me han puesto pesados dos textos y... no me quedó más
remedio que escribir el magma de los mismos, para no perderlos. Dos
presuntos poemas. Dos poemas bajo palabra de honor. A ver cómo
evolucionan. Pero que me quiten la felicidad actual.
Estos momentos son impagables. Y tienen más valor sabiendo que uno no escribe para publicar, o que uno no intenta publicar. Que eso de publicar es otra película diferente y que, además, en este momento no me interesa (o no estoy dispuesto a perder tiempo entre editores que te miran como a un pordiosero de las letras). Lo excitante es el proceso creativo: cómo ha llegado la primera idea, cómo he cerrado el libro que leía, cómo la he apuntado para no perderla, cómo justificándome ante mí mismo llegó la segunda idea, cómo he garabateado todas estas intuiciones por la parte de atrás de un tema jurídico que he colgado a los alumnos en la página web de nuestra asignatura, tema que imprimí ayer, etc. Apasionante.
Jep Gambardella elogiaba esas congas que se hacían en las fiestas de su ático, asegurando que eran las mejores de Roma, pues no iban a ninguna parte. Sí. Como mis poemas. Como yo mismo, seguramente.
Pero que me quiten lo vivido, hoy. Y, si esta tarde leo este texto y no me disgusta, lo incluiré en ese Diario que sigo llevando. Otro texto que no va a ninguna parte, otra conga, pero... que a mí me entretiene. Razón más que suficiente para seguir escribiendo algo de vez en cuando.
Estos momentos son impagables. Y tienen más valor sabiendo que uno no escribe para publicar, o que uno no intenta publicar. Que eso de publicar es otra película diferente y que, además, en este momento no me interesa (o no estoy dispuesto a perder tiempo entre editores que te miran como a un pordiosero de las letras). Lo excitante es el proceso creativo: cómo ha llegado la primera idea, cómo he cerrado el libro que leía, cómo la he apuntado para no perderla, cómo justificándome ante mí mismo llegó la segunda idea, cómo he garabateado todas estas intuiciones por la parte de atrás de un tema jurídico que he colgado a los alumnos en la página web de nuestra asignatura, tema que imprimí ayer, etc. Apasionante.
Jep Gambardella elogiaba esas congas que se hacían en las fiestas de su ático, asegurando que eran las mejores de Roma, pues no iban a ninguna parte. Sí. Como mis poemas. Como yo mismo, seguramente.
Pero que me quiten lo vivido, hoy. Y, si esta tarde leo este texto y no me disgusta, lo incluiré en ese Diario que sigo llevando. Otro texto que no va a ninguna parte, otra conga, pero... que a mí me entretiene. Razón más que suficiente para seguir escribiendo algo de vez en cuando.
Ya veremos.
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