lunes, 8 de abril de 2019

REVISITANDO A FELICIDAD BLANC, ESCRITORA

 "El Faro Astorgano" publica un pequeño comentario que hago con ocasión de la salida de los cuentos completos de Felicidad Blanc (6-4-2019). Todo un honor para mí.



REVISITANDO A FELICIDAD BLANC, ESCRITORA


Antonio J. Quesada
Profesor Titular Universidad de Málaga

Se publica en Renacimiento (Espuela de plata) un coqueto volumen con los cuentos reunidos de Felicidad Blanc, en una sugerente edición a cargo de Sergio Fernández Martínez (destacable, su riguroso estudio) y con brillante prólogo de Javier Huerta. La ventana sobre el jardín. Cuentos reunidos. Un libro que todos los panerianos debemos tener en la estantería, y que nos permite profundizar algo más en la vida y milagros de Felicidad Blanc. Revisitar a Felicidad, detenernos en su faceta más creativa y volver a recrearnos en el universo paneriano es siempre una tarea muy grata.
“A Felicidad Blanc la descubrimos admirados en El desencanto, esa sorprendente película…”. Así se presentaba a Felicidad en la solapa de Espejo de sombras, su conocido libro de memorias a cuatro manos publicado algo después del gran bombazo cinematográfico. Posiblemente a Felicidad la vamos descubriendo a cada instante. Con este libro que ahora sale, incluso por lo “escrito a cada instante”, sin perjuicio de las interpretaciones perversas que tantos hacen, jugando con luces y sombras de este brillante candil. Felicidad: escritora (faceta que nos interesa, ahora), actriz (no solamente en El desencanto: recordemos, con Sergio Fernández, Los restos del naufragio, El arreglo, Paisaje con figuras o Calé), locutora de radio, traductora y opinadora, entre otras actividades.
Adentrarse en los cuentos de Felicidad es poner en marcha un juego de espejos digno de “La dama de Shangai”, de Welles, o de “Misterioso asesinato en Manhattan”, de Woody Allen (claro homenaje a Welles). Espejos de sombras y de realidades sobre Felicidad. El amor, el matrimonio, la melancolía, la vida en sociedad, Luis Cernuda, el desencanto, la guerra, el desgaste, la pasión, los fantasmas, los sueños, las fotografías, etc. Todo eso que más o menos conocemos por El desencanto (película a la que siempre volvemos), por Espejo de sombras y por tantas entrevistas por aquí y por allá, aparece ahora travestido bajo una forma creativa muy agradable. Habrá quien lea los textos buscando guiños con la realidad (en el riguroso trabajo de Sergio Fernández Martínez se aclara bastante sobre este acercamiento), y es legítimo, también, aunque personalmente lo consideramos un enfoque reduccionista: disfrutemos de la escritora Felicidad Blanc (de esa señora “Malllamada Felicidad” de la que hablara Leopoldo María en su póstuma “Rosa enferma”) y dejemos, en la medida de lo posible, al margen las posibles conexiones con la realidad. Conexiones bastante menores (o menos biográficas, cuando menos) de lo que algunos lectores piensan, pues si bien es normal que todo creador cree desde sus obsesiones (sus “demonios familiares”, como se les llama habitualmente), es un grave error considerar que todo en dichas obsesiones se debe, necesariamente, a avatares autobiográficos (de alguna de esas “tres vidas” que asegura Javier Huerta que vivió Felicidad).
Leamos a Felicidad como a la escritora que es, como a la gran creadora que es (con ecos de grandes como Chéjov, Katherine Mansfield, Maupassant, Flaubert o Dickens, entre otras influencias), y no como a una suerte de periodista de prensa rosa que viene a presentar sus facturas en clave utilizando la forma del relato. Leamos a Felicidad como a esa narradora brillante: personalmente he disfrutado con especial interés de “El domingo”, “La institutriz”, “El cóctel”, “La ventana”, “El nudo” y “Ciudad sin alma”. En ellos encuentro el mundo creativo de Felicidad, que no tiene por qué ser necesariamente su vida (como tantos leen o quieren leer), y esos poliédricos personajes femeninos que luchan por llegar a ser ellos mismos en un entorno hostil. Una escritora que, como destaca Sergio Fernández Martínez, entronca con toda una generación de autoras de su tiempo excesiva e injustamente olvidadas (vid. su estudio, página 209), que es incluida en diversas Antologías importantes (y valorada como autora, sobre todo, fuera de España) y que provocará que, tras su Espejo de sombras, otras editoriales se lancen a rescatar memorias de estas grandes autoras, y de otras, no siempre bien valoradas (Ernestina de Champourcín, Mercedes Formica, Carmen Conde, María Teresa León, etc.). Una autora que tuvo que hacer frente, incluso, a la absurda sospecha de que fuese Leopoldo quien escribiera sus textos. ¡Ay!
Me queda una convicción malévola, para terminar. Si se piensa, también la esposa de Dámaso Alonso, Eulalia Galvarriato, presenta un perfil parecido al de Felicidad (incluso con declaraciones bastante polémicas sobre el papel de la mujer, vid. Sergio Fernández Martínez, página 214), pero es sobre Leopoldo Panero, y no sobre Dámaso Alonso y sobre tantos otros, sobre quien cae el peso de la condena social por franquismo, machismo, etcétera. Aunque El desencanto tiene mucho que ver en ello (y el imposible descargo de conciencia, en su caso, de Leopoldo Panero), por desgracia sigue saliendo barato, en este país, cebarse con la familia Panero. No es justo.
“La literatura es lo que nos salva de hundirnos en el olvido”, aseguraba Felicidad. La literatura es lo que nos salva, apuntaría yo. Sin más. Disfrutemos de la Literatura con un libro imprescindible.

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