lunes, 9 de enero de 2012

MACHADIANO QUE ES UNO...

Antonio Machado es uno de mis referentes literarios, uno de esos autores a los que vuelvo para descansar, para transitar por calles agradables en las que nadie me robará la cartera. Es curioso: es uno de esos literatos que me metieron por la nariz en el instituto mientras yo andaba con eso de la hormona y tal (con la cabeza en otros sitios...), pero que siempre adoré y leí por placer.
Parte de esa simpatía que siento por Antonio Machado se debe a mi sintonía con tantas de sus actitudes, textos y alguna que otra experiencia vital. Me siento en casa con él.
Ahí dejo su archiconocido retrato, del que podría firmar (si escribiera así de bien, claro: firmo no lo que quiero, sino lo que puedo...) bastante. ¡Cómo disfruto de Don Antonio, en verso y prosa!



Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último vïaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.

8 comentarios:

  1. Y en algunos momentos apetece cerrar los ojos y que Serrat le ponga voz.

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  2. Sí que es verdad, anónimo amigo... no vamos a privarnos de ese placer. GRACIAS por pasearte por estas tierras, y recibe un abrazo fuerte.

    http://www.youtube.com/watch?v=DHQ-_bf9NFI

    http://www.youtube.com/watch?v=jVoJg5BmyLY&feature=related

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  3. Con tu permiso añado:
    http://www.youtube.com/watch?v=dNN1InlH_PA

    Saludos

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  4. Permiso concedidídisimo, amigo Quique, GRACIAS por la ayuda,
    un abrazo fuerte
    Antonio

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  5. Don Antonio terminó así, ligero de equipaje, sabía su final, su irremisible final sería desnudo, como los hijos de la mar.

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  6. Es de una coherencia y una soledad que encoge el alma, quizás por eso da tanto vértigo leerle,
    un abrazo fuerte, amigo Víctor,

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  7. Siempre tan acertado en tus elecciones, es un buen comienzo de año.
    Un abrazo.
    Miguel

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  8. Gracias, amigo Miguel, por tu cercanía. La verdad es que ir con Don Antonio debajo del brazo siempre es buena política, ¿verdad? Y sentir cerca a l@s amig@s, entonces ya, redondea el comienzo de año,
    GRACIAS, feliz entrada de año a ti tb.

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