Siempre me interesó Reinaldo Arenas, el gran iconoclasta y exagerado. Con el tiempo, Javier Bardem lo bordaría en una película normalita que él elevaba de categoría.
No hablaré de él, de Reinaldo, ni de su obra literaria, sino que sólo quiero comentar que vuelvo en estos días a su autobiografía, "Antes que anochezca". A Reinaldo le matamos entre todos: el castrismo, el fanatismo, el odio, Occidente, el SIDA, el sexo, Mariel, el cristianismo, USA, casi todo puso su granito de arena. Pero el libro es apabullante: lúcido, bello, exagerado, terminal. Es de una fría lucidez su introducción, por ejemplo, escrita por un muerto que todavía respira, aunque regular-mal, ya. "Me voy sin tener que pasar primero por el insulto de la vejez". Se te queda un cuerpo...
"Antes que anochezca", sí. Pero terminó anocheciendo. Y todo se puso oscuro, excesivamente oscuro. Y no hubo posibilidad de alba.
Sigo releyendo y compruebo que el alba no entraba en nuestros planes...
ResponderEliminarQuizás le suceda lo que a Madrid en el poema de Alberti... que si se duerme "querrá despertarse un día / y el alba no vendrá a verle".
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