Esta mañana, robando horas al sueño (como soy un hombre de orden, de Derecho y con múltiples responsabilidades, no robo horas al trabajo: robo horas al sueño), solucioné una vieja laguna cinematográfica que tenía (ahora pienso... ¿cómo llegué hasta ese punto?): deleitarme con "Nueve cartas a Berta", aquella gran película del gran Basilio Martín Patino (alguien injustamente olvidado, hasta cierto punto, como me comentara mi buena amiga y sabia en estos temas Ana Sedeño).
Qué decir... Que posiblemente todos necesitemos a una Berta que nos permita mirarnos a nosotros mismos desde fuera, e intentar huir de la sordidez del día a día y de la degeneración consuetudinaria a que llamamos vida. Martín Patino es experto, además, en mostrarnos la sordidez de los tiempos del Centinela de Occidente, nos lo ha demostrado en sus más conocidos trabajos ("Canciones para después de una guerra", "Caudillo" o la, para mí, mítica "Queridísimos verdugos", entre otras). Pero esto es más general: en este caso nos acerca a ese hombre semi-rebelde (hombre rebelde es el que dice no, según nos enseñó Camus, pero nuestro protagonista, más que decir no, duda) que se da cuenta del callejón sin salida en que vive: procesiones, rigideces de todo tipo, convencionalismos, personas valiosas (posiblemente las más valiosas) exiliadas, agonías socio-políticas, extranjeros que nos traen bocanadas de libertad... ¿Merece realmente la pena este triste país? ¿Merece la pena apostar por la Marca España que tanto celebran muchos que fabrican patria llenándose los bolsillos, y no ayudando a mejorar el nivel cultural y de bienestar de un colectivo?
Emilio Gutiérrez Caba está sublime como atormentado escribiente, incapaz de olvidar ese domingo que ha sido la estancia en Inglaterra y conocer a Berta, pero también es un primor de belleza Elsa Baeza, como novia más o menos como Dios manda, Mary Carrillo, como madre cristiana y decente que se hace a la idea de que su hijo se tuerce poco a poco o Yelena Samarina como prima progresista dentro de un orden.
"Nueve cartas a Berta" es de esas películas que te dejan el cuerpo metafísico, la mirada perdida, la mente en otra cosa e incluso parece que, durante el visionado, te crece el pelo ("¿por qué los existencialistas tenemos el pelo más largo de lo normal?", me pregunté alguna vez por algún texto). Berta es imprescindible. Y no bastan nueve cartas: necesitamos seguir manteniendo el hilo de contacto con la vida inteligente mientras en el escenario en que estamos se canta, se baila, se reza el Rosario, se pasean tronos o hay que soportar los pactos oscuros con el día a día, porque no se puede vivir de otro modo, quizás.
pd: me inquieta la fácil e instantánea identificación que siento con personajes literarios o cinematográficos solitarios, atormentados, que no terminan de encajar allí donde están y que tienen que dejarse la piel del alma hecha jirones para conseguir algo tan razonable como poder hacer su camino sin meterse con nadie ni en la vida de nadie. Sin duda, debo hacérmelo mirar.
Hace muchos años que vi la película, refleja una época gris, en la que la vida se tomaba tal y como venía, conformándose. Siempre viene bien recordar clásicas películas, y que sean las visitas a estos lugares las que nos roben el sueño.Feliz domingo y un fuerte abrazo, María
ResponderEliminarGracias, María, por visitarnos y por tu mensaje. La verdad es que es de esas películas que uno integra en su imaginario inmediatamente y hay que volver a ver para sacarle jugo (me sucedió hace unos meses con "El cónsul de Sodoma", por otras razones).
ResponderEliminarGracias, un abrazo,