Frecuento sitios poco recomendables en demasiadas ocasiones, me lo tienen dicho. No puedo hacer otra cosa: me gusta perderme y quedarme conmigo mismo (disfruto conmigo mismo, no me aburro), y pasear por los barrios es muy útil para este menester. Rodeado por la multitud desconocida: es decir, solo. Fantástico. Cierto día paseaba por la zona de la Estación de Autobuses, zona peligrosa donde las haya en todas las ciudades para casi todo lo decente que queda en la vida, y me encontré con un perro horriblemente sucio, cargado de bichos y con esa mirada que tenemos las víctimas de todas las guerras. De la familia, inevitable. Y escribí este poema, que si mal no recuerdo se publicó en algún sitio, y que está incluido en un libro que me aseguran que saldrá el año próximo. Ojalá sea verdad...
El perro de la estación de autobuses estaba solo, sucio y mal dormido. Vagaba. Estaba. Era. Miraba todo con ojos de víctima, con esos ojos que tienen (¿tenemos?) todas las víctimas. Se rascaba, luchando inútilmente contra sus parásitos, y miraba todo con desencanto. El perro de la estación y yo cruzamos nuestras miradas. Entiendo perfectamente al perro de la estación. El perro de la estación me entiende perfectamente. En el fondo, yo soy él y él es yo. El perro de la estación. Yo.
Frecuento sitios poco recomendables en demasiadas ocasiones, me lo tienen dicho. No puedo hacer otra cosa: me gusta perderme y quedarme conmigo mismo (disfruto conmigo mismo, no me aburro), y pasear por los barrios es muy útil para este menester. Rodeado por la multitud desconocida: es decir, solo.
ResponderEliminarFantástico.
Cierto día paseaba por la zona de la Estación de Autobuses, zona peligrosa donde las haya en todas las ciudades para casi todo lo decente que queda en la vida, y me encontré con un perro horriblemente sucio, cargado de bichos y con esa mirada que tenemos las víctimas de todas las guerras. De la familia, inevitable.
Y escribí este poema, que si mal no recuerdo se publicó en algún sitio, y que está incluido en un libro que me aseguran que saldrá el año próximo. Ojalá sea verdad...
El perro de la estación
ResponderEliminarEl perro de la estación de autobuses
estaba
solo,
sucio
y
mal dormido.
Vagaba. Estaba. Era.
Miraba todo con ojos de víctima,
con esos ojos que tienen (¿tenemos?) todas las víctimas.
Se rascaba, luchando inútilmente contra sus parásitos,
y
miraba todo con desencanto.
El perro de la estación y yo cruzamos nuestras miradas.
Entiendo perfectamente al perro de la estación.
El perro de la estación me entiende perfectamente.
En el fondo,
yo soy él
y
él es yo.
El perro de la estación. Yo.