jueves, 18 de agosto de 2016

COLUMNISMO

Hubo una época de mi vida en la que, con mejor o peor fortuna, practiqué el columnismo en un Diario en papel. Aquello pasó: el Diario cerró, quiero creer que sin responsabilidad por mi parte, pero no cabe duda de que pertenecí al grupo que apagó la luz allí. Fue bonita, aquella época, mientras duró.
Por medio de mi admirado Francisco Umbral (y luego, ya, sin intermediarios) me metí en el cuerpo buenas dosis del gran César González-Ruano, que dijo algo que siempre tuve muy en cuenta cuando escribía columnas: "En una columna sólo cabe una idea, Umbral. No se le ocurra mezclarla con otra, y menos si son de distintas familias. El artículo es una morcilla que tiene que estar bien atada por el principio y por el final. Por en medio mete usted lo que quiera". Sí, me gustó aquello de la morcilla desde la primera vez que lo leí.
Con el tiempo le leería algo que, intuitivamente, yo ya seguía, pero me hubiese gustado atribuírselo a Ruano (da caché atribuirle las cosas a Ruano, queda uno como muy selecto y erudito: conocía a un profesor que lo citaba mucho y yo, que le tengo leído, a Ruano, no al profesor, me cansaba y me iba de sus eventos): para escribir columnas hay que utilizar el reclamo de lo popular y luego literaturizar y decir lo que te dé la gana. Sí, algo así intentaba yo.
Me quité de las columnas como quien se quita de fumar o de ponerle sal a los huevos: a la fuerza. Se murió mi periódico y los otros tienen partidas de guardias armados vigilando la entrada. Y ahí llegamos a una de mis líneas rojas en la vida (son pocas, pero firmes): no querer entrar en un club que no me quiere como socio (no soy tan grouchomarxista como para hacer lo contrario). Si alguien quiere buscarme que haga sonar el timbre: soy educado, se me puede enseñar a las visitas. Pero yo ya no voy a según qué sitios: no tengo edad ni necesidad. Y hay mucho grosero suelto.
Además, la columna exige vivir pegado a la actualidad, también lo pregonaba Umbral, y la actualidad cada vez me interesa menos (aunque la sufra y no me quede otra que montar guardia; pero sin ganas, como el del chiste).
Total, que vaya matraca he pegado esta mañana. Todo porque estoy releyendo a Umbral, y eso siempre tiene efecto literario inmediato.


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