De una de mis imprudencias publicadas alguna vez, "Poesía a instancia de parte", extraigo este poema no sé si excesivamente metafísico.
Puntos de vista
Iba el pobre hombre,
cojeando,
por la calle,
con sus bastones y su voluntad,
haciendo grandes esfuerzos por llegar a la otra acera.
En ese momento se cruzó con otro cojo,
que, con parecido esfuerzo,
pretendía idéntica finalidad.
Ambos se miraron con desagrado:
no les gustaba contemplar esos andares tullidos,
sino que
preferían admirar los andares felinos
de las mujeres bellas
con las que se cruzaban por esos mundos de Dios habitualmente.
No sé donde leí o escuché que generalmente criticamos aquellos defectos que tenemos y de los que no somos conscientes. Y me resultó curioso porque alguna vez creo haber experimentado eso, y más de una vez lo he observado en algún que otro individuo.
ResponderEliminarEn este caso los cojos eran conscientes de su impedimento, pero tal vez no eran conscientes de la empatía que inevitablemente debian haber sentido...
¿Esto era lo que en otro tiempo se llamaba "conciencia de clase"? Qué de polvo tiene el concepto... ¿o no?
ResponderEliminarGrazie mile, carissimo Dani, per il tuo arrivo.