Durante estas navidades, además de la lectura más literaria de "Bomarzo" y de algunos poemas cazados al vuelo de mis amigos habituales (Gil de Biedma, Vázquez Montalbán, Ángel González, Cernuda, Pasolini, etc.), he dedicado mi tiempo a profundizar en la vida de Tino Casal, con una biografía que conseguí de aquella manera (como quien hace mil cosas y, a la vez, compra una biografía de Tino Casal en los puestecitos del parque).
No es coquetería, pero no tengo edad de haber entendido a Tino Casal en su tiempo. Estaba yo en el colegio cuando me deslumbró "Eloise", recuerdo que me compré la cassette y todo (y me llamaba la atención aquel señor con aspecto como de pirata del futuro). Por aquella época yo no entendía de nada que no fuese sacar las mejores notas en clase, jugar mal al fútbol y seguir a las niñas de la clase con horrible resultado, todo sea dicho (como casi todo hijo de vecino, por otra parte, aunque a mí me saliera mejor lo de ser transparente para mis compañeras). No sabía de la trayectoria de Casal: de su apuesta absoluta por la creación, sin escatimar en medios, de su condición de artista total (músico, pintor, autor con inquietudes cinematográficas, etc.), de su afán por reinventarse constantemente (con continuos viajes a Londres, para empaparse de aquello y conocer a Bowie, a Reed...), de su arriesgada apuesta estética en tiempos de menos glam ibérico, de su influencia en la movida madrileña y en la música española, etc.
"Eloise", ¡qué bien sonaba! Sigo disfrutándola como el primer día. Con el tiempo sabría que la grabó en Londres con la Orquesta Sinfónica, imaginen, y que la canción original, de Barry Ryan, también versionada en 1986, me resultaría insípida (la versión me pareció muy superior a la canción original, misterios de la creación). Dicen que la grabación costó tres millones de pesetas: Casal nunca escatimó esfuerzo y dinero para que sus creaciones fuesen lo mejor. Con el tiempo también conocería otras canciones de Casal igualmente excelentes ("Embrujada", "Champú de huevo", "Noche de perros", "Oro negro", "La piel del diablo", "Lágrimas de cocodrilo").
Gracias a la biografía que he leído he podido profundizar en su figura y conocer detalles sobre su apuesta radical por la creación y por saber formarse un personaje, sobre su oscura enfermedad (agravada por su fanatismo por actuar: la creación ante todo) y su trágica y desgraciada muerte. Gracias a la biografía he podido empezar a admirarle todavía más.
En fin, Tino Casal: un Grande.
No es coquetería, pero no tengo edad de haber entendido a Tino Casal en su tiempo. Estaba yo en el colegio cuando me deslumbró "Eloise", recuerdo que me compré la cassette y todo (y me llamaba la atención aquel señor con aspecto como de pirata del futuro). Por aquella época yo no entendía de nada que no fuese sacar las mejores notas en clase, jugar mal al fútbol y seguir a las niñas de la clase con horrible resultado, todo sea dicho (como casi todo hijo de vecino, por otra parte, aunque a mí me saliera mejor lo de ser transparente para mis compañeras). No sabía de la trayectoria de Casal: de su apuesta absoluta por la creación, sin escatimar en medios, de su condición de artista total (músico, pintor, autor con inquietudes cinematográficas, etc.), de su afán por reinventarse constantemente (con continuos viajes a Londres, para empaparse de aquello y conocer a Bowie, a Reed...), de su arriesgada apuesta estética en tiempos de menos glam ibérico, de su influencia en la movida madrileña y en la música española, etc.
"Eloise", ¡qué bien sonaba! Sigo disfrutándola como el primer día. Con el tiempo sabría que la grabó en Londres con la Orquesta Sinfónica, imaginen, y que la canción original, de Barry Ryan, también versionada en 1986, me resultaría insípida (la versión me pareció muy superior a la canción original, misterios de la creación). Dicen que la grabación costó tres millones de pesetas: Casal nunca escatimó esfuerzo y dinero para que sus creaciones fuesen lo mejor. Con el tiempo también conocería otras canciones de Casal igualmente excelentes ("Embrujada", "Champú de huevo", "Noche de perros", "Oro negro", "La piel del diablo", "Lágrimas de cocodrilo").
Gracias a la biografía que he leído he podido profundizar en su figura y conocer detalles sobre su apuesta radical por la creación y por saber formarse un personaje, sobre su oscura enfermedad (agravada por su fanatismo por actuar: la creación ante todo) y su trágica y desgraciada muerte. Gracias a la biografía he podido empezar a admirarle todavía más.
En fin, Tino Casal: un Grande.
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