Saldo en estos días una vieja deuda que tenía con la "gauche divine",
como es leer el libro de Memorias de Oriol Regàs ("Señor Bocaccio"),
titulado "Los años divinos". Los que disfrutamos eternamente de las
cosas de Barral, de Gil de Biedma, de los Goytisolo, de Joan de Sagarra,
de Miserachs, de los Moix, de Castellet, de Colita, de los Regàs, etc., o de los adláteres como
Marsé o Vázquez Montalbán, entre otros,
sabemos a ciencia cierta lo que fue e implicó la "gauche divine" en
todas sus facetas (narrativa, poesía, cine, fotografía, cómic; cultura
en general). Incluso hemos sistematizado todo ello con el excelente
estudio de conjunto de Alberto Villamandos, "El discreto encanto de la
subversión" (Laetoli, 2011), además de visitar imaginariamente Bocaccio,
Up & Down y algún que otro sótano "más negro que mi reputación -y
ya es decir-" en tantas ocasiones.
La "gauche divine" nos enseñó que la cultura puede ser divertida, que la cultura puede ser sexy, incluso, y que había otros caminos para salir de la grisura del día a día en esta triste piel de toro triste. Evidentemente, se enmarcó en Barcelona, no podía ser en otra parte en aquellos tiempos, tiempos en los que los bikinis de las suecas (suecas de Suecia, suecas de Francia, suecas de Alemania, suecas de Dinamarca: de los Pirineos para arriba, todas suecas) harían más por la democracia en este país que los planes de desarrollo del Opus Dei (las cosas de López Rodó, ese Richelieu que se agenció Franco alguna vez).
Oriol Regàs fue un gran animador cultural, además de todo un personaje, con ese aire afrancesado de persona civilizada que en este país tienen casi exclusivamente los catalanes (bueno, esto también está cambiando, como casi todo, aunque sigue habiendo mucho de eso todavía, con diferencia). Oriol falleció en 2011, un año después de la publicación de sus memorias, y yo comienzo a disfrutar del texto en estos días. Es como devolverle a la vida. Bon dia, amic, i gràcies per tot.
La "gauche divine" nos enseñó que la cultura puede ser divertida, que la cultura puede ser sexy, incluso, y que había otros caminos para salir de la grisura del día a día en esta triste piel de toro triste. Evidentemente, se enmarcó en Barcelona, no podía ser en otra parte en aquellos tiempos, tiempos en los que los bikinis de las suecas (suecas de Suecia, suecas de Francia, suecas de Alemania, suecas de Dinamarca: de los Pirineos para arriba, todas suecas) harían más por la democracia en este país que los planes de desarrollo del Opus Dei (las cosas de López Rodó, ese Richelieu que se agenció Franco alguna vez).
Oriol Regàs fue un gran animador cultural, además de todo un personaje, con ese aire afrancesado de persona civilizada que en este país tienen casi exclusivamente los catalanes (bueno, esto también está cambiando, como casi todo, aunque sigue habiendo mucho de eso todavía, con diferencia). Oriol falleció en 2011, un año después de la publicación de sus memorias, y yo comienzo a disfrutar del texto en estos días. Es como devolverle a la vida. Bon dia, amic, i gràcies per tot.
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