domingo, 1 de febrero de 2015

SEMPRE AMB VIC AL COR

La vida, que tanto nos maltrata en ocasiones (con razón o sin ella, y en este último caso duele más), a veces también nos proporciona regalos que hacen la cosa esta de (sobre)vivir más llevadera.
Como quien no quiere la cosa, aparecí alguna vez por Vic. Como quien tiene la cabeza en otros temas y, a la vez, aparece por allí. Y Vic se convirtió, ya, en parte indisoluble de mí. Inevitable.
Conocía poco de Vich, que era el nombre que había leído alguna vez por alguna parte: una ciudad muy religiosa, patria chica de Jaume Balmes y donde estaba el sepulcro de Sant Antoni M. Claret, en la que había excelentes butifarras y longanizas, con un templo romano muy coqueto y una Universidad muy activa.
Pero llegar a ella y convertirse en parte de mí fue todo uno. Tanto por el encanto de la ciudad como por lo que significaban para mí las periódicas escapadas a Vic (huida y disfrute cultural). Me fui empapando poco a poco de Vic, y ya nunca me abandonaría ese cariño: paseante eterno y voyeur del carrer, disfrutaba del mercat del dissabte cada sábado, donde encontrabas desde libros a setas (bolets), pasando por mil productos de todo tipo; frecuentaba la Llibreria Segona Ma Martina que, desde que la conocí, se convirtió en un refugio agradable (también lo eran la Llibreria La Tralla o Abacus, al otro lado de la vía del tren, en el campus universitario, aunque Martina pasó a ser entrañable); me hice soci de la Xarxa de Biblioteques de Catalunya, gracias a la Biblioteca Joan Triadú (en el carnet me convirtieron en "Quesado" y me hizo gracia el travestismo involuntario); aprendí a saborear botifarres i llonganisses que, regadas con un buen vino tinto, son un placer de dioses; la Plaça Major, considerada la más bella de Catalunya, y que según Pla era como muy italiana, me acogía no sé cuántas veces al día, y daba el bon día al Merma en cada ocasión; vaig començar a llegir en català (Josep Pla, Josep María Castellet, L'Avenç, diaris, etc.), però el meu nivell es encara molt dolent; el pa amb tomaquet me sabía, cada mañana, como en ningún otro sitio; el Seminari de Vic conjugaba la belleza de un college británico del XIX con las comodidades del siglo XXI; los paseos por las inolvidables Adoberies me proporcioban ruinas, soledad, humedad, gatos y un río cercano, en invierno congelado; era un delicia encontrarse con la catedral, que siempre me recordó a las iglesias sicilianas... ¡Tantos buenos momentos, en Vic! En fin, que durante estas escapadas a Osona sentí cómo enriquecía mi modo de ser, y eso era bueno: no sólo lograba huir del día a día, que no es poco (suele ser mi objetivo perenne, no siempre conseguido), sino aportar otra veta enriquecedora a mi personalidad. M'agrada.
En Vic escribí una serie de poemas, "Poemes de Vic",de la que se publicará una selección breve en la Revista Alga, del Grup de Poesia Alga, de Castelldefels. Incluyo uno de ellos, en el que se refleja mi condición de Fantasma de la Ópera vigatà, de paseante solitario que se empapa de todo lo que encuentra a su paso. Per tant, sempre amb Vic al cor.
Bon día a tothom. Buenos días a todos.


Estrany

La Biblioteca Joan Triadú,
ya,
no me regala más asilo
por hoy.
Bancos, fuera. Junto al jardín.
Leo
algo sobre Vázquez Montalbán
mientras los niños musulmanes,
en el césped,
sueñan con ser Iniesta o Xavi,
y sus madres,
tocadas con pañuelos de colores bastante diversos,
hablan en otra lengua también extraña para mí.
Cae la tarde
y
el estrany,
jo,
inventaría sus pasos
y reflexiona
sobre todo aquello que aparcó en su tierra
(¿su tierra? ¿Existe algo de su propiedad en alguna parte?).


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