A veces el día a día aprieta tanto que se te olvidan cuestiones importantes, o efemérides bellas.
Por ejemplo, hoy recordaba, durante mi trayecto mañanero de autobús hacia el trabajo (este trayecto da para mucha metafísica: no hay nada mejor para la metafísica que estar con uno mismo en el autobús de las siete de la mañana), que un veinte de abril de hace años fui, atraido por el halo pasoliniano y sus cenizas y rescoldos, a visitar a Antonio Gramsci. Justo ayer hizo diez años de que me sentara junto a la tumba de Gramsci, simplemente a estar. Dejé constancia en un texto que se publicó (cuando yo todavía publicaba cosas, pues era más joven e inocente) en mi "Cuaderno de Roma".
En fin, que esta mañana me acordaba de aquella tarde de primavera en la que fui al Testaccio a visitar las cenizas de Gramsci.
Diez años de aquello, ¡cómo pasa el tiempo!
Por ejemplo, hoy recordaba, durante mi trayecto mañanero de autobús hacia el trabajo (este trayecto da para mucha metafísica: no hay nada mejor para la metafísica que estar con uno mismo en el autobús de las siete de la mañana), que un veinte de abril de hace años fui, atraido por el halo pasoliniano y sus cenizas y rescoldos, a visitar a Antonio Gramsci. Justo ayer hizo diez años de que me sentara junto a la tumba de Gramsci, simplemente a estar. Dejé constancia en un texto que se publicó (cuando yo todavía publicaba cosas, pues era más joven e inocente) en mi "Cuaderno de Roma".
En fin, que esta mañana me acordaba de aquella tarde de primavera en la que fui al Testaccio a visitar las cenizas de Gramsci.
Diez años de aquello, ¡cómo pasa el tiempo!
http://antoniojetaquesada.blogspot.com.es/2013/07/junto-la-tumba-de-gramsci-una.html
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