viernes, 12 de enero de 2018

PARTICIPACIÓN EN OBRA COLECTIVA MUY ESPECIAL

Los discursos de ex-combatiente suelen ser antipáticos, pues es como si te pasaran el brazo por los hombros del alma, te dijeran "mira, muchacho..." y comenzaran el sermón de turno, en el que el orador-sumo sacerdote sale siempre bien parado.
Pero cuando uno cumple años, en ocasiones, le salen estos discursos de modo inevitable. En tal caso, uno debe intentar, por gentileza con su interlocutor, no ser excesivamente sacerdotal.
Todo esto viene a cuento de que, por mi trabajo, no es infrecuente que aparezca en libros, capítulos de libros, artículos en revistas científicas presuntamente prestigiosísimas, conferencias, seminarios y demás historietas con bastante impacto. No soy mejor que nadie, por otra parte: es mi trabajo. Quizás por eso no necesito minutillos de gloria por aquí o por allá: ya tengo muchas horas de gloria a la semana con tanta clase y tutoría, no necesito tiempo de descuento.
Pero, a pesar de tantos tiros como llevo pegados, ayer conocía de la publicación de una obra colectiva en la que participo y que me hace tanta ilusión que parezco un niño con zapatos nuevos: el libro "Recepción y canon de la literatura española en el cine", coordinado por Rafael Malpartida Tirado, a quien agradezco la confianza depositada en mí, y publicado por la prestigiosa Editorial Síntesis (la cuarta editorial española en el índice PSM, que siempre ha figurado entre las diez primeras en el SPI).
En este libro se reflexiona sobre canon de la literatura y cine y sobre diversos temas más puntuales (literatura y cine apocalípticos, "La pasión turca", Jacinto Molina, teatro español y cine y poesía y cine). En la parte de poesía y cine aparece mi capítulo, titulado "El cine, la imagen de los creadores de la familia Panero y la recepción de su obra: notas sobre una percepción". Mi primera investigación publicada sobre mis admirados Panero.
Algún colega malévolo me podría preguntar que cuánto me puntuan por este mérito en mi curriculum profesional, a efectos de acreditación de la ANECA, para solicitar sexenios de investigación o para qué sé yo, y tendría que contestarle, con mi mejor sonrisa, que nada. Incluso añadiría que me conviene no alegar este mérito en mi CV, pues seguramente constituye un demérito, a ojos de mis colegas jurídicos más estrictos (para los que soy, seguramente, un disperso que se dedica a otros temas...).
Bueno: precisamente por eso, porque este trabajo es un fin en sí mismo, a la ANECA no sé lo que le importa (bueno, sí lo sé: nada), pero a mí me da la vida. Gracias a mi trabajo, sobrevivo: gracias a mis pasiones, vivo.
Gracias, Rafael; gracias, amigos. Para aventuras como la que narro hoy se vive.

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