Este artículo ha sido publicado en “Hachetetepe. Revista Científica de Educación y Comunicación”, Universidad de Cádiz, número 3, noviembre de 2011, pp. 105-110.
FEDERICO GARCÍA LORCA EN LA GRUPA DE SU CABALLO AZUL
De Federico García Lorca (FGL) se ha dicho y escrito, ya, casi todo. Mejor dicho; también casi de todo. Nada parece poder sorprendernos, a estas alturas de la película, sobre su vida y milagros, aunque todavía encontremos algunos puntos dudosos en su biografía y obra. Puntos que no estaría de más aclarar para recuperar la figura del gran poeta en su totalidad. No cabe duda, además, de que su criminal ejecución contribuyó a rodear de misterio algunos aspectos de su existencia (a FGL, como apuntara alguna vez Pacumbral, en último término le mata la envidia, como casi siempre sucede en España, pero los motivos son bastante concretos, como veremos).
Durante el reinado del Centinela de Occidente el tratamiento de la obra de FGL no era precisamente del agrado de la España oficial, vencedora de una guerra para evitar recordar a estos autores, aunque ya por las grietas del tardofranquismo se iba colando su sombra, así como la de algún otro francotirador de la creación. Incluso Francisco Umbral, Pacumbral, empezaba ya a hablar de un poeta maldito allá por 1968, aquel año en que sucedieron tantas cosas en tantas partes del mundo (en unas más que en otras, también es cierto). Pero tratar según qué temas levantaba ciertas ampollas.
La condición homosexual de FGL, hoy, no plantearía excesivos problemas sociales, pero no podemos olvidar que en aquella época, incluso para muchas de las mentes más avanzadas del lugar, la homosexualidad era una desviación, una perversión, una anomalía o algo que resultaba, a lo sumo, un mal tolerable. Y en ese escenario social se vio obligado a moverse nuestro poeta, un hombre tan sensual al que las derechas llamaban, en sus diarios, “Federica García Loca”. El choque, por tanto, entre FGL y su entorno social era inevitable cada mañana. Como genio y como homosexual no podía más que chocar con la dura realidad diaria. El mundo es de las personas normales, no de los genios, pues a lo mejor sería insoportable un mundo hecho para genios. Pero eso provoca que la vida sea de color gris-ceniza, en general, hemos de asumirlo. Y, encima, un genio con gustos “contra natura”, como decían éstos. Casi nada…
En el círculo de FGL era conocida su condición sexual, lo que no le libró de ciertas incomprensiones por parte, incluso, de personas de dicho círculo más íntimo (basta con leer “Mi último suspiro”, del genio Buñuel, para comprobar que la disposición del gran cineasta no parecía la mejor para convivir armónicamente con FGL). Y el genio Lorca volcó muchas de las incomprensiones y problemas de su vida en su obra, como suele hacer todo creador. Resultaría, por tanto, unilateral y, seguramente, incorrecto, intentar entender plenamente al autor y a su obra sin valorar su orientación sexual y los problemas que le produjo. Sobre todo si admitimos que pueda ser cierto aquello que el genio renacentista Pier Paolo Pasolini escribiera alguna vez a su amiga Silvana Mauri en una carta personal: “Los que como yo están destinados a no amar según la norma acaban por sobrevalorar la cuestión del amor”.
No es nuevo este enfoque a la hora de interpretar a FGL, aunque estuvo siempre al margen de la familia y del círculo lorquiano (incluso de España, hasta fechas recientes): en 1956, ya Jean-Louis Schonberg se detuvo en esta faceta de la personalidad de FGL en su trabajo “Federico García Lorca. L`homme, l’oeuvre”, París, 1956. Pero tendremos que esperar ya a los años ochenta para que los estudiosos se ocupen con más detalle de esta sensibilidad tan especial. Así, por ejemplo, Paul Binding (“Lorca: The Gay Imagination”, Londres, 1985), Ángel Sahuquillo (“Federico García Lorca y la cultura de la homosexualidad masculina”, 1991; original, 1986, Universidad de Estocolmo) o, el gran libro que se ocupa de este tema en España, el trabajo de Ian Gibson “Caballo azul de mi locura. Lorca y el mundo gay”, Planeta, Barcelona, 2009.
En 1984 se publican en ABC los allí llamados “Sonetos de amor”, apuntándose el diario conservador un gran tanto (basta leer la expectación que despertó en las Cartas al Director del Diario en días como el 21 de marzo de 1984). Estos poemas no son otros que los míticos e inéditos “Sonetos del amor oscuro”, que se publicaron sin esa original “oscuridad” por deseo del hermano del poeta, que parece que no quería resaltar ninguna sombra del “vicio nefando” en FGL. Esa oscuridad, según algún académico de la casa conservadora y algún crítico de reconocido prestigio, no aludía a condición sexual alguna, sino al “ímpetu indomable, a los martirios ciegos del amor, a su poder para encender cuerpos y almas, y abrasarlos como hogueras que se queman”. Todavía podía escocer el tratamiento de según qué temas en aquella España que se estaba acostumbrando a volver a vivir en democracia. Y más en ABC, hasta ahí podíamos llegar, y se travistió todo un poco. La familia no quería ofrecer según qué visiones, etc. Pero… la obra de FGL está necesitada de una relectura, y Gibson nos aporta bastante luz en este sentido. Aquí pretendemos ofrecer alguna breve pincelada sobre algunos de estos temas necesitados de tratamiento.
Hoy estamos convencidos de dicha necesidad: no se puede entender adecuadamente a FGL sin tener en cuenta su tendencia sexual, pues suele ser aclaratorio, para entender una obra, atender a las circunstancias personales del creador.
Tuvo que salir FGL de su Granada natal y de su ambiente local para poder comenzar a respirar un aire un tanto menos pueblerino y viciado por el incienso de las sacristías y por el perfume de las casas de gente de orden. Gibson nos demuestra en el capítulo primero de su libro citado cómo se pueden espigar en sus primeros textos inquietudes de un aspirante a literato (antes, aspirante a músico), que comienza a descubrir sus gustos, su sexualidad y lo desviado de la misma, conforme a los cánones vigentes en su tierra. Masturbaciones, Verlaine, lo uraniano, el macho cabrío, Afrodita, Wilde… todo eso no cabía en la Granada de principios de Siglo XX (o cabía sólo en sitios proscritos). Era necesario marchar a Madrid para respirar. Aire fresco. Pero llegará un momento en que también el clima de este país se le queda pequeño a FGL (¿Dalí?, ¿Aladrén Perojo?, ¿el homófobo Buñuel?; tanto desengaño…), y es la ancha América la que puede venir a salvarle (y lo hace: el desenfreno personal y literario de Nueva York y Cuba le hicieron mucho bien, de cara a afrontar la II República).
Tantas y tantas aventuras que, en algunos casos, pasarán a su obra y, en otros, sólo serán conocidas por sus implicados (para afrontar esta tarea, el trabajo de Gibson es esencial: las cartas de amor efusivas a Eduardo Rodríguez Valdivieso y a algún otro, “la masonería epéntica”, las intensas relaciones con Cernuda y Aleixandre, etc.). Existen otras especialmente conocidas: por ejemplo, se ha destacado la “naturaleza no germinativa de la relación homosexual”, que escribiera José Ángel Valente, muy presente en la obra de FGL y que alcanza su máxima expresión en obras como “Yerma”, o en la “Elegía”, de “Libro de poemas”, por ejemplo.
Por otra parte, también debemos destacar, con Pacumbral, cómo FGL mitifica sexualmente en su obra tanto a hombres como a mujeres (recordemos cómo ese Camborio del Romancero es “viva moneda que nunca / se volverá a repetir”). Pacumbral es un ferviente defensor del pansexualismo de Lorca (“creemos que pansexualismo, y no homosexualismo, es la palabra necesaria para entender la libido lorquiana”), aunque apunta (con solidez) enmascaramientos sexuales en sus escritos, alusiones equívocas de ambivalencia erótica: las mujeres, por ejemplo, no tienen rostro, posiblemente porque no sean más que hombres enmascarados bajo formas femeninas.
Pretendemos con el presente trabajo, apuntar algunas pinceladitas sobre ese reflejo de la tensión erótica personal en algunas obras de FGL, convencidos de que también ésta influyó no sólo en su vida y en su obra, sino incluso en su muerte (el odio que las derechas sentían por Lorca se cebaba también con su condición sexual, y no cabe duda de que, usando palabras de algunos de sus enemigos, fue también perseguido con saña, torturado y ejecutado “por maricón”).
- No es necesario comenzar con su obra poética para encontrar otro tipo de obras de temática homosexual. En este sentido es destacable un dibujo realizado en Nueva York en el que se ve a un hombre fornido con barba y abundante vello en el pecho que tiene sobre sus rodillas a un joven marinero, guapo y afeminado, a quien agarra por la cintura (en gesto inequívoco). En un balcón, detrás, una mujer protesta gritando y moviendo los brazos (posiblemente indignada ante ese espectáculo tan poco conforme a natura, según la mentalidad del común de la sociedad), y está presente también el alcohol (casa en la que está escrito “vino”). Diversos vicios, todos juntos y revueltos. Bien. Valiente dibujo. Inequívoco dibujo. Destacable dibujo.
- “El público” es una obra de teatro de “tema francamente homosexual”, en palabras del propio FGL. Resulta razonablemente explícita, pues conforme avanza la comedia se acentúa el equívoco sexual: “Romeo era un hombre de treinta años y Julieta un muchacho de quince”, “… se amaban con un amor incalculable, aunque yo no lo justifique”, “… no me queda tiempo para pensar si es hombre o mujer o niño, sino para ver que me gusta con un alegrísimo deseo”.
- Poema “Tu infancia en Menton”, extraído de “Poeta en Nueva York” (véase el comentario que se realiza en el libro de Gibson, páginas 219-226). Parece evidente que el protagonista de estos versos, el oscuro objeto de deseo, es Emilio Aladrén. En este completo poema se aprecia desde la rivalidad de las mujeres hasta la soledad propia de los hoteles (“Sí, tu niñez ya fábula de fuentes. / El tren y la mujer que llena el cielo. / Tu soledad esquiva en los hoteles / y tu máscara pura de otro signo”), pasando por los defectos del amado (“Es la niñez del mar y tu silencio / donde los sabios vidrios se quebraban. / Es tu yerta ignorancia donde estuvo / mi torso limitado por el fuego / Norma de amor te di, hombre de Apolo, / llanto con ruiseñor enajenado, / pero, pasto de ruina, te afilabas / para los breves sueños indecisos. / Pensamiento de enfrente, luz de ayer, / índices y señales del acaso. / Tu cintura de arena sin sosiego / atiende sólo rastros que no escalan”), o el interés en seguir con el empeño amoroso, a pesar de todos los pesares (“Pero yo he de buscar por los rincones / tu alma tibia sin ti que no te entiende, / con el dolor de Apolo detenido / con que he roto la máscara que llevas. / Allí, león, allí, furia del cielo, / te dejaré pacer en mis mejillas; / allí, caballo azul de mi locura, / pulso de nebulosa y minutero, / he de buscar las piedras de alacranes / y los vestidos de tu madre niña, / llanto de medianoche y paño roto / que quitó luna de la sien del muerto”).
No es poco lo que se ha escrito sobre este poema, pero también es bastante lo que debe reescribirse, todavía. Con detenimiento. Sabiendo de dónde venimos y hacia dónde vamos, por qué no.
- “Oda a Walt Whitman”, también de “Poeta en Nueva York”, es otro poema emblemático, algo más estudiado y sobre el que se ha dicho y escrito bastante. En él son diversos los temas relevantes que se entrecruzan: por ejemplo, FGL comienza presentando al hombre como una máquina productiva, no cabe duda de ello: “Por el East River y el Bronx / los muchachos cantaban enseñando sus cinturas, / con la rueda, el aceite, el cuero y el martillo. / Noventa mil mineros sacaban la plata de las rocas / y los niños dibujaban escaleras y perspectivas”.
Pero si algo se destaca, en versos archiconocidos y archicitados, es la hermosura del poeta Walt Whitman, que tanto dio que hablar en aquellos tiempos: “Ni un solo momento, viejo hermoso Walt Whitman, / he dejado de ver tu barba llena de mariposas, / ni tus hombros de pana gastados por la luna, / ni tus muslos de Apolo virginal, / ni tu voz como una columna de ceniza; / anciano hermoso como la niebla / que gemías igual que un pájaro / con el sexo atravesado por una aguja, / enemigo del sátiro, / enemigo de la vid / y amante de los cuerpos bajo la burda tela. / Ni un solo momento, hermosura viril / que en montes de carbón, anuncios y ferrocarriles, / soñabas ser un río y dormir como un río / con aquel camarada que pondría en tu pecho / un pequeño dolor de ignorante leopardo. / Ni un sólo momento, Adán de sangre, macho, / hombre solo en el mar, viejo hermoso Walt Whitman, / porque por las azoteas, / agrupados en los bares, / saliendo en racimos de las alcantarillas, / temblando entre las piernas de los chauffeurs / o girando en las plataformas del ajenjo, / los maricas, Walt Whitman, te soñaban. / ¡También ese! ¡También! Y se despeñan / sobre tu barba luminosa y casta, / rubios del norte, negros de la arena, / muchedumbres de gritos y ademanes, / como gatos y como las serpientes, / los maricas, Walt Whitman, los maricas / turbios de lágrimas, carne para fusta, / bota o mordisco de los domadores. / ¡También ése! ¡También! Dedos teñidos / apuntan a la orilla de tu sueño / cuando el amigo come tu manzana / con un leve sabor de gasolina / y el sol canta por los ombligos / de los muchachos que juegan bajo los puentes”.
Apunta en su poema la critica a esos maricas de ciudad en la que incidirá a continuación, dejando claro tanto lo que Whitman no quería (“Pero tú no buscabas los ojos arañados, / ni el pantano oscurísimo donde sumergen a los niños, / ni la saliva helada, / ni las curvas heridas como panza de sapo / que llevan los maricas en coches y terrazas / mientras la luna los azota por las esquinas del terror”) como lo que sí buscaba (“Tú buscabas un desnudo que fuera como un río, / toro y sueño que junte la rueda con el alga, / padre de tu agonía, camelia de tu muerte, / y gimiera en las llamas de tu ecuador oculto”).
En el poema deja entrever, además, sus propias preferencias: “Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whitman, / contra el niño que escribe / nombre de niña en su almohada, / ni contra el muchacho que se viste de novia / en la oscuridad del ropero, / ni contra los solitarios de los casinos / que beben con asco el agua de la prostitución, / ni contra los hombres de mirada verde / que aman al hombre y queman sus labios en silencio”.
Por último, sí levantará la voz contra los otros, dejando patente que no parece vivir cómodamente su homosexualidad (y teniendo en cuenta su entorno, cuando se conocen aspectos de su biografía, es comprensible que no sea posible esa comodidad en ese asfixiante clima): “Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades, / de carne tumefacta y pensamiento inmundo, / madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño / del Amor que reparte coronas de alegría. / Contra vosotros siempre, que dais a los muchachos / gotas de sucia muerte con amargo veneno. / Contra vosotros siempre, / Faeries de Norteamérica, / Pájaros de la Habana, / Jotos de Méjico, / Sarasas de Cádiz, / Ápios de Sevilla, / Cancos de Madrid, / Floras de Alicante, / Adelaidas de Portugal. / ¡Maricas de todo el mundo, asesinos de palomas!”. Es clara la condena a los homosexuales de ciudad y alcoba, esa degeneración que nada tiene que ver con esa homosexualidad de raíz griega que defiende.
- Quizás los versos que más inquietud despertaron, para el tema que tratamos, sean los famosos “Sonetos del amor oscuro”, cuya puesta en circulación ya citamos anteriormente. Todo en ellos levantaba polémica: baste recordar cómo el destinatario de los “Sonetos del amor oscuro” parece ser Rafael Rodríguez Rapún, último amor del poeta, o cómo esa oscuridad sobre la que tanto se ha divagado, para desprenderla de connotaciones homosexuales, está inevitablemente unida a la condición sexual de FGL (Gibson lo demuestra con textos en el prólogo de su sugerente trabajo citado: otros textos lorquianos en los que también expone esta visión erótica homosexual también rezuman oscuridad, como “La bola negra”, también rebautizado como “La piedra oscura”, drama incompleto).
No podemos extendernos, ya, con ellos, pero merecen un estudio sosegado y desprejuiciado. FGL y la Literatura lo agradecerían.
Excelente artículo. saludos.
ResponderEliminarGracias, amigo, por pasar por esta página, espero que siga acompañándonos por estos lares,
ResponderEliminarun abrazo,
Antonio
Muy interesante, te estás especilaizando en Federico.
ResponderEliminarEnhorabuena por el artículo.
Víctor.
P.D. tengo un libro sobre las mujeres en la vida de Federico, tal vez te interese leerlo.
Gracias por tu mensaje, amigo Víctor, a ver si nos vemos y me lo pasas,
ResponderEliminarGRACIAS por venir por aquí, un abrazo fuerte
Hace mucho tiempo que publicaste este artículo, seguramente no leerás el comentario, por si acaso... Estoy leyendo entradas antiguas y quería felicitarte especialmente por ésta. Lorca es una de mis pasiones. Es evidente que su homosexualidad impregna su obra, quizá era su "yo", como decía Ortega. He tenido la suerte de poder vivirla de otra forma, desde dentro, poniéndome en la piel de algunos de sus personajes y en su alma -al menos eso me gusta pensar- y te aseguro que siempre me emociono y conmociono ante tanta sensibilidad. Su influencia es parte de lo que soy, y hay días que no me disgusto...
ResponderEliminarUn abrazo,
P. A.
GRACIAS por tu mensaje, querido amigo, y GRACIAS por echar un vistacico a este rinconcito de Internet. En el blog intento hacer las cosas como me gusta hacerlas: aparentemente livianas, pero con contenido, con fondo. Este caso es algo distinto, pues es un artículo para una revista científica universitaria, y quedó algo más denso. Pero me alegro de que te gustara: los avances sociales hay que reconquistarlos, y es terrible ver cómo hay que justificar lo obvio...
ResponderEliminarun abrazo, amigo PA, GRACIAS por hacer este blog bastante mejor
pd: otra de mis grandes pasiones es Pasolini. Ahora preparo unas jornadas sobre él en la UMA.
Gracias a ti por tu respuesta y por hacer mi estancia en el cibermundo más agradable. Me he alegrado mucho y lo de "vistacico" me ha encantado, es muy de mi tierra. Comparto tu pasión por Pasolini y no te quepa duda de que si pudiera asistiría a las jornadas, seguro que aportarás mucho en todos los sentidos. Una vez hice una colaboración en "Orgía" fue tremendo, no soy actor, me dedico a la danza, por eso para mi, los sentimientos se anteponen a casi todo. Es mi forma de ver y entender el mundo.
ResponderEliminarUn abrazo,
P.A.
¡Qué maravilla, la danza! Uno de mis recuerdos de infancia más entrañables eran las carreras por el Conservatorio, en el que estudiaba música, y entre clase y clase siempre había niñas que hacían danza corriendo para llegar a clase ¿por qué siempre llegamos tarde?). Cómo la profesora marcaba los pasos, mientras yo iba a mi Solfeo, en fin, qué cosas...
ResponderEliminarQué delicadeza, qué elegancia, me encanta.
Por cierto... por parte de padre soy de Torrevieja, algo queda de la tierra, jeje. ¿Eres de por allí, o de Murcia?
un abrazo fuerte, GRACIAS por hacer este rincón más habitable
pd: cuando tenga el PPW te lo remito, si quieres, aunuqe será un esqueleto que yo iré llenando sobre la marcha. No voy a preparar nada escrito porque son tantos los datos que llevo en mente (PPP es pasión) que... sólo necesito el esqueleto.
pd2: "Orgía", es apasionante. Tu(s) mundo(s) es(son) apasionante(s)...
Que casualidad, soy de Murcia y hace unos días estuve en Torrevieja. Pero mañana ya dejo mi tierra, vivo fuera. Por cierto, voy a pasar por Málaga, por asuntos familiares. Es fantástico lo del Conservatorio, yo también tengo muy buenos recuerdos, fue una etapa muy bonica. La danza es un mundo, es delicadeza, es cierto, también muy dura, requiere mucho sacrificio, pero si lo que te lleva a ella es pasión y eres capaz de transmitirla, al final todo se compensa y te enriquece cada día.
ResponderEliminar¿En serio me enviarías lo de Pasolini? Sería fantástico, un lujo.
Un abrazo,
P. A.
¡Anda! Pues yo soy de allá, y tengo parte de mi familia allí y parte en Cartagena. Nada, como el blanquico y el pimiento de la huerta, somos de la tierra, jejej
ResponderEliminarSí, lo que estoy preparando es una especie de esqueleto, no sé si dirá mucho a quien lo lea, porque es un armazón para yo expandirme (sobre PPP tengo tanta cosa en mente que lo bueno es salirme del guión, pero éste debe existir).
Cómo no, si quieres mándame un correo (aqs@uma.es) y te lo paso en cuanto lo termine, y ya me dirás cuándo pasas por Málaga, por si me puedo escapar un ratico, jeje
un abrazo, GRACIAS por estar cerca
Estimado Sr. Quesada; en su artículo aparece repetidamente citado "Pacumbral", cuando se refiere a Paco (Francisco, mejor) Umbral. Saludos. P.
ResponderEliminarGracias, amigo P. por su mensaje. Efectivamente, Francisco Umbral es uno de mis referentes literarios de siempre, y he jugado con ese sobrenombre que, obviamente, entrecomillo, como homenaje a su propio personaje.
ResponderEliminarUn cordial saludo, GRACIAS por visitarnos,