Me gusta el fútbol, sí señor. Yo nací, respetadme, con el "Carrusel" como música de fondo: dibujaba porterías de fútbol en mis ratos libres en las clases ("Quesada, siempre pinta usted lo mismo", me dijo alguna profesora hace mucho tiempo, demasiado...), pateaba latas de zumos o piedras más o menos redondas (destrozando zapatillas sistemáticamente), jugaba de modo penoso aunque a ratos hacía mis cosillas bonitas, y así fui creciendo, hasta que llegué de la nada a las más altas cotas del más absoluto vacío. Pero me lo paso tan bien jugando que eso compensa mi falta de destreza, y eso me reconforta (sigo a Pessoa: pongo un poquito de mí en todo lo que hago). Y también soy un espectador canónico, cuando ejerzo de futbolero: no entiendo pero monto y desmonto alineaciones y critico tácticas, lanzo equipos al ataque o los encierro atrás según el caso, la cerveza me ayuda a soltar alguna que otra barbaridad al horizonte y, en fin, canalizo mis fanatismos hacia el terreno de juego (está calculado, es mi válvula de escape para no ser fanático en otros campos de la vida, como la política, la religión e incluso la literatura). Es una religión en busca de Dios, que escribía Manuel Vázquez Montalbán. Y poseo triple militancia, mi esquizofrenia es grande: Málaga, Barça y Roma se reparten mi cariño como buenos hermanos (por cierto, también me lo paso en grande viendo perder a Sevilla, Madrid y Lazio: dentro del terreno de juego les deseo todo tipo de males, aunque jamás seré tan estúpido como para sacar estas pasiones irracionales de la hierba, por supuesto).
Decía Galeano que el fútbol era el mayor de los placeres pequeños, lo más grande entre las cosas sin importancia, y llevaba razón. Alguna vez he escrito acerca de la misión terapéutica del "Marca", y estoy convencido de ello. Es largo de explicar, si alguien quiere debate arrojo el guante...
Luis García Montero sintetiza mi opinión profunda con bellas palabras: "Si se compara con los grandes males de la vida (la enfermedad, la muerte, la injusticia, el amor), el fútbol es un vaso de agua, sólo eso. Pero mentiría si no admito que ese vaso de agua me ha quitado muchas veces la sed". Bravo.
Futbol y poesía, mezcla explosiva, envidiable mezcla.
ResponderEliminarDesde luego, amigo Víctor, que le pregunten a mi querido Pier Paolo Pasolini, tiffoso dela squadra di Bologna, o a mi no menos admirado Albert Camus, portero allá en Argelia, ¿verdad?
ResponderEliminarun abrazo
Antonio J. Quesada
Pier Paolo Pasolini indicaba que “hay momentos que son puramente poéticos: se trata de los momentos de gol. El goleador es siempre el mejor poeta del año”. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias por tu mensaje, amigo Quique, cualquiera que no conozca a PPP se asombraría de ver la cantidad de fotos de futbolista que hay en su álbum (era tiffoso de la squadra de Bologna, nació allí por casualidades de la vida), incluso tengo yo una en la que aparece con Fabio Capello, jugando con la Nazionale de los artistas...
ResponderEliminarun abrazo, amigo Quique