lunes, 29 de julio de 2013

JUNTO A LA TUMBA DE GRAMSCI: UNA PASSEGGIATA ROMANA


Alguna vez anduve junto a la tumba de Gramsci, cuando gozaba de Roma, y lo dejé reflejado en mi "Cuaderno de Roma".
Quedó así...



Junto a la tumba de Gramsci

                                    Cimitero degli Inglesi (acattolico) di Roma, 20 de abril de 2006

Junto a la tumba de Gramsci

me reservo el derecho a soñar

e,

incluso, a errar.

Junto a la tumba de Gramsci

recuerdo

al maestro Pasolini,

que esparció las cenizas del santo laico por el mundo cultural.

Junto a la tumba de Gramsci

se mezclan diferentes aromas,

todos embriagadores:

huele a revoluciones, frustradas o traicionadas;

huele a cambio, tanto tiempo deseado;

huele a buenas intenciones, las mejores, quizá;

huele a… ¿futuro, en el mejor sentido de la palabra?

A Gramsci me encomiendo, al santo laico.

Y escribo todo esto

una tarde de primavera

junto a la tumba de Gramsci.

1 comentario:

  1. Me gustó esta experiencia: tanto que incluí este poema en la columna que publiqué en Diario-Málaga-Costa del Sol (R.I.P.) del día 26 de abril de 2006, columna que llevaba el mismo título que el poema. La incluyo completa, para deleite de mi legión de fans:


    Ponía Machado en boca de su sabio heterónimo Juan de Mairena aquello de que en las universidades católicas el Demonio debía tener cátedra propia. Yo, por mi parte, pienso que en estos tiempos de lo políticamente correcto, todos debemos tener un fascista de cabecera al que acudir de vez en cuando, para escuchar la voz de la selva. Mi fascista favorito, don Ernesto Giménez Caballero, escribió alguna vez algo parecido a unos recuerdos de tierras de España titulado “Junto a la tumba de Larra”, para no sé qué colección de RTVE (ésa que tienen todas las casas donde alguien era del Círculo de Lectores; también la mía). Yo, que en Roma he sentido ese olor a madre del que ya escribiera él alguna vez, no quise ser menos que don Ernesto y decidí plantarme junto a otra tumba, la de Gramsci, a ver qué me inspiraba la visita.
    No es difícil llegar, pues Gramsci está enterrado en el “Cimitero degli Inglesi di Roma”. “Cimitero acattolico di Roma”: a los países ultracatólicos tienen que venir los ingleses para civilizarnos en algunas cosas, como, por ejemplo, en eso de enterrar con dignidad a nuestros ateos (pobres descarriados que bastante desgracia tienen encima con todo eso de los infiernos). Delante de la tumba de Gramsci late la historia: las cenizas no pudieron ser llevadas allí hasta después de la liberación, el 25 de abril de 1945 (ayer se cumplían sesenta y un años, por cierto), pues a los nazis eso de homenajear a un ilustre comunista tampoco es que les agradase demasiado. Recordé allí a Pasolini, que esparció literariamente “Le ceneri di Gramsci” en 1957, y recordé también tantos otros eventos históricos que sería demasiado prolijo extenderme ahora. Me sentí tan inspirado que me senté delante de la tumba, en una escalera próxima, y allí mismo escribí un poema. No sé si bueno o malo, titulado, como no podía ser de otro modo, “Junto a la tumba de Gramsci”. Dice así: “Junto a la tumba de Gramsci / me reservo el derecho a soñar / e, / incluso, a errar. / Junto a la tumba de Gramsci / recuerdo / al maestro Pasolini, / que esparció las cenizas / del santo laico por el mundo cultural. / Junto a la tumba de Gramsci / se mezclan diferentes aromas, / todos embriagadores: / huele a revoluciones, frustradas o traicionadas; / huele a cambio, tanto tiempo deseado; / huele a buenas intenciones, las mejores, quizá; / huele a … ¿futuro, en el mejor sentido de la palabra? / A Gramsci me encomiendo, al santo laico. / Y escribo todo esto / una tarde de primavera / junto a la tumba de Gramsci”.

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