Alguna vez escribí un relato titulado "El hombre que leía a Dumas". Una narración que tenía bastante de "western" con un punto filosófico existencialista, posiblemente. Además de ser un claro homenaje al gran Alejandro Dumas y "El Conde de Montecristo", libro que el protagonista leía una y otra vez.
Este relato fue galardonado con el Primer Premio en el I Certamen Internacional de Relatos “Torremocha”, organizado por Ediciones Rubeo (2010), y publicado en 2011 por dicha editorial.
Empezaba del siguiente modo (con cita del gran César González-Ruano en el frontispicio).
EL HOMBRE QUE
LEÍA A DUMAS
Antonio J. Quesada
“Esta soledad de los supervivientes me la representaba muy clara y
amarga.
Porque la supervivencia no es sólo un hecho físico y vital;
es también un problema
enorme y sutil del medio ambiente, de las costumbres, de los
conocimientos,
e un todo moral que ha muerto y donde nosotros, cuando
sobrevivimos,
somos ya como fantasmas, como desgraciados seres que hablan
un idioma que
nadie comprende, porque es el idioma de los que ya no están,
de los que no volvieron”
(César González-Ruano: “Memorias. Mi medio siglo se confiesa
a medias”, IV, XII)
Los funcionarios abrieron la puerta
y pude, por fin, salir.
Por fin, el sol de la mañana otra
vez. Eran los primeros rayos que me acariciaban, en libertad, desde hacía
muchos años. La calle me resultaba extraña. Moverme libremente, todavía, me
resultaba raro.
Plantado en la acera, mirando
desorientado hacia todos lados y cegado por el sol, decidí encender un cigarro.
Una vez encendido, tomé mi maleta y mi ejemplar de “El Conde de Montecristo” y
decidí encaminarme hacia la estación de trenes.
Es hora de volver.
Atento, amigo lector, a la repetición de palabras y expresiones ("por fin", "me resultaba", "decidí",...). Es evidente que el protagonista no parece estar del todo cómodo en libertad, le cuesta conducirse incluso mentalmente. Al menos, de momento...
ResponderEliminar¿O será el sol, tan camusiano?
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