Escribí este texto para un número de una revista cultural que, por azares de la vida, no salió (terminó donde habita el olvido). Estaba dedicado, dicho número, a José Ángel Valente, y colaboré con un trabajo basado en una anécdota curiosa de JAV con mi maldito de cabecera, Leopoldo María Panero.
DE CUANDO JOSÉ ÁNGEL VALENTE SE ENFRENTÓ A UN PRESUNTO MICROJOVEN INFELIZ
Antonio J. Quesada
A un buen
creador debemos exigirle buen nivel creativo. Suum cuique tribuere: no estamos ante un pensador o ante un
intelectual, condiciones que no tienen por qué adornar a un creador. Bastante consigue
si le sienta bien el traje de creador, no pidamos más de lo que podemos.
Reivindico, para los creadores, el derecho a la incoherencia, así como el
derecho a la pereza (soy marxista-lafarguiano) y el derecho a la injusticia,
por qué no. No exijo más que creación de calidad. Y esto viene a cuento porque
de dos grandes creadores hablaré, vaya por delante. Tiene que ver mi reflexión
con una antología poética, además. Una antología de poetas: esa obra polémica
donde las haya, que suele nacer con tantos enemigos como creadores hayan
quedado fuera. Ya se sabe, además, que en España las antologías se suelen
preparar contra alguien, lo que añade un tono excesivamente picante para el
estómago. Castellet fue siempre Maestro, también a la hora de preparar
antologías (que, no por menos polémicas, no fueron referentes en todo caso), y
uno de sus más díscolos novísimos, mi admirado Leopoldo María Panero (LMP), el
poeta maldito canónico de este país, también generó polémica con cierta
antología que coordinó. La que me interesa en este comentario.
En junio de
1979, la revista Poesía publica una
polémica antología titulada “Última poesía no española”, dedicada a Fray
Bartolomé de las Casas y en cuyo provocativo preámbulo LMP, entre otras perlas
típicamente “panerianas” (de esas que disfrutamos los admiradores de LMP),
califica la poesía de Antonio Machado como “poesía para el bachillerato”. El
polémico texto distingue a Seniors (Martínez Sarrión, Gimferrer, Ana María Moix
y Carnero) de Coqueluche (Azúa, Ferrer Lerín, Colinas, Haro Ibars, su hermano
Juan Luis, Bocángel y Enrique Murillo). Una bomba de relojería literaria que no
tardó en explotar, era cuestión de (poco) tiempo. Ser arbitrario en la obra
creativa puede ser la sal de la vida, pero… serlo cuando se prepara un texto
científico o, incluso, una antología puede ser excesivamente peligroso.
El siempre riguroso
José Ángel Valente, escamado con la forma y con el fondo (¡Antonio Machado como
poeta para bachilleres: increíble!), le dedicó una columna que J. Benito
Fernández, biógrafo canónico de LMP (“El contorno del abismo”, Tusquets
bolsillo, 1999, p. 259), no dudó en calificar de “severa y despiadada”: “Nueve
aforismos para un neojoven” (El País,
17 de febrero de 1980). Se puede decir más alto, pero no más claro: “Cabe
esperar que los jóvenes realmente probados tengan más capacidad para absorber
sus traumas de bachillerato que este microjoven
infeliz (…). Algunos jóvenes perpetuos –que ocupan la juventud como si
fuera una silla de academia- hacen desde la vida gestos desesperados para
existir en la escritura (…). Ningún anacronismo más triste que el del enfant terrible prematuramente
envejecido y ya sólo terrible por los disgustos que causa a su mamá. La mamá se
pone los disgustos del niño a contrapelo –qué hacer, al fin y al cabo-, como
sombrero audaz que la hace más moderna. Luego se exhiben juntos, comerciales y
tiernos, en películas ñoñas, para escándalo burdo de burgueses de pueblo.
Desencanto. Sí, qué desencanto o qué infelicidad, Panero”. Como devoto de los
hermanos Panero y de las boutades, en
general, no puedo no sonreír con las cosas de LMP, pero… la bofetada sólida del
sólido Valente no tardó en caerle a mi admirado LMP.
No está de
más que un creador provoque: recuerdo a aquel que dijo en el Ateneo de Madrid
que se notaba que Cervantes era manco (inexactitud, por cierto), pues El
Quijote estaba escrito con los pies, y acabaron a silletazos ante tan injusta y
sublime frase, o los insultos químicamente perfectos, mas tantas veces injustos,
de mi admirado Umbral. Pero te arriesgas a que llegue un poeta, riguroso
además, y te ponga las banderillas.
Como sucedió
aquella vez en que José Ángel Valente, el gran poeta, se enfrentó a un presunto
microjoven infeliz. A otro gran
creador: LMP.
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