Se acaba de publicar en Tribuna Andaluza. (http://opinion2.tribunandaluza.es/antonio-j-quesada.html). Sin embargo, el tiempo transcurrido desde que lo escribí hasta que se ha publicado hace que me dé la impresión de que el texto ha nacido como tirando a viejo (¿nos acordamos, ya, de la comparecencia que origina el texto?). Aquí lo recojo, en todo caso.
Intuiciones desde el fondo de una jarra de cerveza
Antonio J. Quesada
En la vida me han fallado
bastantes de las salidas aquellas que planteaba Pio Baroja en “El árbol de la
ciencia”, con más o menos profundidad y desgarro. Incluso alguna que no
planteara Baroja, y a lo mejor algo de lo que a él le fallara a mí no me
sucedió. Pero tampoco es plan de confesar las cosas completamente, que luego lo
utilizan en tu contra, como pasa en los juicios penales. Así que aquí lo
dejamos, no entro en detalles. En plata: que a lo largo del camino, las cunetas
de la vida se llenaron de diversos tipos de cadáveres, porque a lo mejor vivir
era eso.
Y ahora que Málaga está en feria
y hay que decir que es fantástica, que es la mejor del mundo y no sé qué más,
para que la gente venga y pueda emborracharse a gusto, como cualquiera de los
nativos que por aquí vegetamos, tengo todavía en mente las imágenes del
Ministro del Interior explicándose en el Congreso de un modo que me hizo
ruborizar las mejillas del alma. Los políticos de la escuadra contraria, porque
esto parece una final deportiva, con hinchadas y todo eso, también
intervinieron con interpretación de sonrojo ajeno, pero no nos engañemos: el
que tenía que explicarse es el gestor, no el de enfrente. Hacer de oposición de
la oposición, algo que en este país hacen todos y en todas las
Administraciones, es de mediocres. Pero claro, este país tiene entre sus males
la mediocridad: flotamos en ella y estamos todos marcados por ese estigma.
A ratos parezco de la Generación
del 98: cuando tengo el Omeprazol a mano sigo completo el telediario y
compruebo que me duele España. “España como problema”, se planteó un famoso
transformista político alguna vez. “España es el problema”, dirán otros, porque
de la mediocridad secular de este país tampoco se salvan los nacionalismos
periféricos (esto no iba a ser exclusivo del nacionalismo español, obviamente).
Flotamos en esa mediocridad todos, y nuestros representantes políticos son fiel
reflejo de lo que socialmente somos (ya lo dijo Ortega en su día), por lo que incluso
nuestros presuntos corruptos suelen ser presuntos corruptos mediocres. Me viene
a la mente cierto dirigente latinoamericano capaz de utilizar un avión de la
Fuerza Aérea estatal para ir a una capital iberoamericana a copular con una
amante (razón de peso, donde las haya, para viajar). U otro capaz de pedirle un
favor a Pinochet “de dictador a dictador” (logró el favor), de introducir en
Estados Unidos, en la delegación oficial de su país, a Graham Greene y a
Gabriel García Márquez, o de hablar con éste de “El otoño del patriarca” y
confesarle que le había gustado mucho el libro, “porque los dictadores somos
así, nos reflejas muy bien”. Qué grandeza en el ejercicio del mando poco
democrático: ¡es tan literario!
Repito con frecuencia que lo
bueno de pertenecer al Tercer Mundo es que, como creador, estoy en la gloria,
pero esta triste piel de toro triste se caracteriza también por la mediocridad,
y ni nuestros corruptos tienen grandeza. No se puede esperar: somos mediocres
incluso en eso. Suelen ser nuevos ricos que se dedican a amontonar esos
papelillos de colores llamados billetes, que hemos decidido que valen mucho, en
sitios como Suiza, Andorra o no sé qué Islas del Caimán que se iba pa’la
Barranquilla. España nunca vivió un verdadero Renacimiento al estilo italiano:
por eso, no valoramos de esa manera la belleza y la clase como hacen allí
(recordemos a Orson Welles en el Prater de Viena, con su reloj de cuco). A lo más
que llegan nuestros próceres presuntos corruptos es a comer en restaurantes más
caros, a comprar joyas llamativas, a hacer algún viaje pagado o, eso sí, a
practicar el Plan Renove con la pareja, cambiando a la señora de su edad por
una joven generalmente teñida, normalmente operada y en todo caso con ínfulas.
Mi experiencia me asegura que las
ideas me han fallado en la vida con frecuencia, pero las intuiciones nunca,
aunque no deba decirlo, pues suena poco científico. “A los niños les da por
perseguir / el mar dentro de un vaso de ginebra”, cantaba Sabina. Hoy yo he
encontrado algunas intuiciones en el fondo de una jarra de cerveza. A lo mejor
las expongo otro día.
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