Anda uno como entontecido con su día a día, girando en su propia noria
hasta el punto de que ni los deportes de televisión (el opio que tolero
e, incluso disfruto; uno, que es así...) logran captar mi atención.
Sigo girando y girando y girando y girando...
Pero, leyendo "Los fanáticos", de Max Gallo, me encuentro con este diálogo:
Pero, leyendo "Los fanáticos", de Max Gallo, me encuentro con este diálogo:
"- Si no crees en nada, ¿para qué vives?
- Por curiosidad, para disfrutar del espectáculo de las cosas y de los seres -respondí orgulloso de mí mismo".
- Por curiosidad, para disfrutar del espectáculo de las cosas y de los seres -respondí orgulloso de mí mismo".
Si prescindimos de la cosa del orgullo (no me gusta esa palabra; prefiero sentir satisfacción: me resulta menos triunfalista), y
añadimos que también se puede vivir para intentar crear y para disfrutar
de la creación ajena... me parece un plan de vida más que razonable.
Sin zanahorias metafísicas que llevarse al alma, como si fuésemos
caballos bien adornados pero que en el fondo se tienen que buscar la
vida sin esperanza, claro.
Pero razonable, sí.
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