sábado, 17 de septiembre de 2016

ALEXIÉVICH ME PRESTA GLAMOUR

Por aquí y por allá tengo dicho y escrito que hay que leer los libros de Svetlana Alexiévich: los testimonios de sus libros merecen una importante reflexión, aunque para mí un Premio Nobel es otra cosa. Pero bueno, no entraré hoy en esto, pues ando con mil historias, a lo mejor otro día (por otra parte, ¿acaso interesa a alguien mi opinión sobre esto, sobre la cerveza artesanal, sobre los jerseys de cuello vuelto o sobre los peces de colores, por ejemplo? Lo dudo tanto... Cada día más...). Simplemente quería comentar que ando con "El fin del <>" debajo del brazo, y da para mucho (mis trayectos en autobús están llenos de historias y reflexiones éticas, no lo duden).
Por otra parte, tengo que confesar que Alexiévich me presta glamour. Gracias a un texto que escribí sobre ella he recibido el insulto más entretenido que recibí nunca: agente de la CIA. Me han llamado muchas cosas en esta vida, y lo que me queda por escuchar, pero esto nunca lo había probado.
Es una pena que mi cuenta corriente no se haya percatado de esta condición de agente de la CIA, aunque como buen esteta me hubiese encantado que me integraran en el KGB, pues tiene un halo de misterio mayor que la CIA. En todo caso, ha sido una experiencia novedosa, eso de sentirme agente de un servicio secreto.
Tengo que hacer una confesión: espero que no se decepcionen, pero en realidad no lo soy.
Era evidente: cualquier lector de Vázquez Montalbán sabe que la CIA, en España, solamente recluta a gallegos.


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