Acaba de publicarse en "Refugios" mi relato "La ceremonia del adiós". Un relato que nació como un sueño, se puso pesado y... no quedó más remedio que literaturizar y escribir.
LA CEREMONIA DEL ADIÓS
Antonio J. Quesada
A Simone de Beauvoir. Inevitable
- ¡Viene María
Ángeles, viene María Ángeles! –suena una voz de mujer, algo alterada, por el
pasillo-. ¡Quiere pasar al baño, por favor, haced hueco! ¡María Ángeles quiere pasar
al baño!
Revuelo. Aparece
María Ángeles, bastante desmejorada y con movimientos horriblemente lentos, ayudada
por varias personas y dispuesta a entrar en aquel baño escolar. Es evidente que
está muy enferma, la pobre. Entra en el baño, realizando un enorme esfuerzo.
Intento no
mirarla fijamente: comprobar cómo una persona a la que conoces se desmejora por
enfermedades malignas siempre me resultó exageradamente doloroso. Quizás esta
actitud sea excesivamente egoísta por mi parte, pero me resulta inevitable. Debo
meditarlo, en todo caso.
María Ángeles, mi
profesora de Historia del Arte en el Instituto. Qué gran recuerdo mantengo de
ella: sabía su materia y sabía transmitirla.
En un Instituto
estamos, pero, sinceramente, no lo reconozco. El instituto al que fui y en el
que conocí a María Ángeles, desde luego, no es. Pero, en fin, ¿todos los
institutos el instituto?
Nervios. La
reunión se desarrolla en el descansillo anexo al baño en el que María Ángeles
entró. El clima, muy sentimental, es de emoción y tristeza contenidas. María
Ángeles nos acompaña, muy debilitada, casi consumida, acostada en una cama. La
única cama de la estancia: los demás asistentes estamos sentados en sillas
escolares con mesitas escolares. Junto a María Ángeles, una señora que parece
ser su compañera sentimental. Reconozco a una colega de la Secretaría de la
Facultad en la que trabajo (no sabía que hubiese estudiado en mi instituto…).
Hay más personas, pero no las reconozco. Todo es como indeterminado.
El acto se
inicia o, cuando menos, tengo conciencia del mismo cuando se ha iniciado.
Aunque no sé qué se ha tratado, soy consciente de que estoy allí, de que soy
parte del evento y de que aquello avanza. Mi compañera de la Facultad va a leer
un poema dedicado a María Ángeles. La emoción le embarga y no le sale la voz.
Me pide que lo haga yo, ya que soy el poeta de la reunión. Me entrega el papel.
Me levanto, tomo
el papel y leo el poema.
Leo hasta el
final. Me parece un ripio horrible, pero hoy todo está justificado. Queremos
tanto a María Ángeles...
Emoción.
Llega el
momento. María Ángeles decide que ha llegado el momento. No toma la palabra, no
se despide. No. Está demasiado débil para todo eso. Demasiado fuerte como para
razonar y para decidir marchar, pero demasiado débil para tomar ahora la
palabra.
No la miro: ya
he aludido al egoísmo que me inspira en estos temas. Pero me consta que nos
agradece la presencia allí, junto a ella, y la sentida despedida que le estamos
ofreciendo.
María Ángeles
toma la sustancia. Aunque no puedo certificar que eso fuera lo que pasó
exactamente, me consta que es así.
La tristeza nos
embarga. Miro para otro lado, ya he aludido a mi egoísmo en estos temas. No
puedo evitar la tristeza: no volveremos a ver nunca más a María Ángeles.
PD: el sueño más
desagradable que he tenido en mi vida. Decidí ponerlo por escrito a la mañana
siguiente, como para intentar exorcizarlo lo antes posible. Me hizo mucho bien
ponerlo negro sobre blanco. La pesadilla sólo me costó una noche de insomnio.
https://refugiosrevistacul.wixsite.com/refugios/single-post/2017/07/13/La-ceremonia-del-adi%C3%B3s
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