sábado, 1 de julio de 2017

¿UN POETA EN LA CORTE DE CASSIUS CLAY?


(Trabajo publicado en la Revista Aprender a Pensar, núm. 14, verano 2017, pág. 23)


¿UN POETA EN LA CORTE DE CASSIUS CLAY?
Antonio J. Quesada

“¿Cómo a alguien como tú le puede interesar un deporte como ese?”, escucha uno en más ocasiones de las que considera normal. Versión adaptada de aquel mítico “¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?” de Colomo-Burning, aplicada a un servidor de ustedes y al boxeo. Deporte que, no puedo negarlo, me interesa. Sí. Cada uno lleva su cruz, supongo.
Un tipo como yo, lletraferit, más o menos “cultureta” (“cultureta” de la cultura, no del culturismo, otra facción mucho menos ilustrada del “culturetismo” rampante), con varios libros de poesía a la espalda, alguno de prosa, textos e inclusión en antologías por aquí y por allá, premios, que trabaja como docente y no sé qué más medallas culturales, ¿puede interesarse por el boxeo? ¿Se puede ser, a ratos, una especie de salvaje ilustrado? ¿Un buen salvaje rousseauniano con corbata? La pregunta, por tanto, es inevitable: ¿puede un buscador de belleza estar interesado en un deporte en el que lo normal es hacer inventario de cejas abiertas, narices fuera de sitio, piezas dentales por el suelo, daños cerebrales y, en ocasiones, muertes en el ring o prácticamente dentro del mismo? Sin contar con los amaños, las historias turbias en los despachos y todo ese imaginario oscuro que carga este deporte. ¿Se puede aunar todo eso en ciento setenta centímetros de estatura?
No lo sé, me he puesto muy literario y ahora no sé cómo salir de este lío. Pero no puedo negar mi interés por este deporte, me ponga como me ponga. Mejor dicho, no tanto por este deporte en sí (no termino de verme acudiendo a una velada de boxeo, por ejemplo), sino por el cine dedicado al boxeo, por los libros dedicados al boxeo, por la historia de algunos grandes boxeadores y por el halo que rodea al boxeo. Cultura, en el fondo.
La cultura, posiblemente, lo que hace es adobar la vida, que suele ser muy compleja de soportar, y hacerla presentable gracias a los condimentos: así, si matar a un animal con un cuchillo es una salvajada, presentarlo en una elegante mesa aderezado con una sabrosa salsa y sobre lecho caramelizado de no sé qué verduras, es cultura culinaria. Lo vista de lo que lo vista, se (tra)vista de lo que se (tra)vista, la verdad es que el boxeo me interesa, y sigo con la paradoja en toda su intensidad y el cerebro a media asta. ¿Cómo alguien tan pacífico como un servidor se preocupa tanto por el juego de pies en el ring y aprende palabras como jab, direct, cross (“crochet” en España, como el ganchillo), swing, uppercut o hook? Creo tener la respuesta: percibo que el boxeo es una metáfora de la vida llevada a sus últimas consecuencias. Ahí puede estar la clave. La vida es un combate en el que no siempre gana el que lo merece, en el que hay que saber cubrirse adecuadamente y no arriesgar a lo loco, golpear cuando encuentras el momento oportuno, encajar los golpes del mejor modo posible, y hay que atender a golpes bajos, artimañas sucias y victorias y derrotas por K.O. o a los puntos. La vida.
Ya voy ofreciéndome respuestas a mí mismo, esto de pensar con los dedos (no otra cosa es, muchas veces, escribir) en ocasiones da buen resultado y deja uno de lucir el cerebro a media asta. Avanzamos. No me interesa el boxeo por aquello de lanzarme al ataque (soy pacífico, lo digo y lo repito), sino porque enseña a prevenir agresiones y a articular la defensa. No cabe duda: un combate de boxeo es lo que me encuentro cada mañana, desde que abro los ojos hasta que, por la noche, los cierro. Y son demasiados asaltos. El boxeo es como la vida, pero llevada a sus últimas consecuencias. El boxeo es como la vida, pero más.
Atribuyen a Ortega cierta frase (a Ortega, como a Confucio, se le atribuye todo aquello que se quiere atribuir; a veces, se acierta) en la que decía que durante los años veinte del siglo veinte (¡qué veinteañero, todo!) los vascos más conocidos en el mundo eran Unamuno y Paulino Uzcudun (el gran peso pesado al que hicieron la vida imposible, en lo deportivo, en Norteamérica por no ser norteamericano). Alguien que golpeaba con las ideas y alguien que golpeaba con los puños. No sé quién era más duro.
En fin, que tengo bastante interiorizado algo que comenté por alguna parte de mi texto: el boxeo es como la vida, pero llevada a sus últimas consecuencias. El boxeo es como la vida, pero más. Por eso me interesa. Aunque tampoco abunde la especie, puede no ser tan extraño encontrar a un poeta en la Corte de Cassius Clay. Puede tener lógica.

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