Alguna vez escribí este breve relato sobre un boxeador. Un ganador-perdedor, como creo que somos casi todos en la vida, aunque lo que cambia es la proporción (bueno, no: hay quien siempre gana).
Y hoy, cuando se cumplen veinticinco años de la muerte de Urtain, creo que puede ser un buen momento para recordarle y homenajearle con este relato sobre ese deporte tan duro llamado boxeo.
Y hoy, cuando se cumplen veinticinco años de la muerte de Urtain, creo que puede ser un buen momento para recordarle y homenajearle con este relato sobre ese deporte tan duro llamado boxeo.
La llamada
Antonio J. Quesada
- ¿Sí, dígame?
–voz femenina al teléfono.
- ¿Cariño? –voz
masculina, grave y dura. Se entiende mal: no habla de modo claro.
- ¡Hombre! –tono
de tranquilidad-. ¿Qué tal ha ido todo?
- Muy bien: he
ganado por K. O. Me llevo una buena bolsa.
- Te entiendo muy
mal…
- ¡Que he
ganado, hija! ¡Que llevo una buena bolsa! –grita, e intenta aclarar la voz, que
se entiende regular.
- ¡Qué bien nos
va a venir para el colegio de las niñas!
- Sí: si no es
por eso, no me embarco.
- ¿Cómo estás? Veo
que hablas mal… –tono de preocupación.
- Bien… Bueno,
castigado. No puedo hablar del todo bien. Me ha dado duro: aunque he ganado,
estoy hecho un cromo.
- ¿Qué tienes?
–preocupada.
- Bueno, la cara
hinchada, los labios más todavía, un ojo cerrado, la ceja rota…
- ¡Ah!
–alarmada.
- No te
preocupes, cariño, estoy bien. Es más escandaloso que grave. Me ha zumbado bien
el cabrón, y he tenido que ganar por K. O.: si no lo llego a tirar, a los
puntos me ganaba él, fijo. Pero ha ido todo bien, tranquila.
- Cariño…
¿volverás ya o…?
- No, esperaré a
que todo esto baje. Las niñas no pueden verme así. Mañana te hago el ingreso,
para que pagues lo que debemos, y cuando tenga otra vez cara de persona,
volveré, ¿vale?
- Cariño, me
preocupas –voz de inquietud-, ¿tanto te ha dado?
- No imaginas,
era una bestia… Por eso estoy que no puedo ni con mi alma. Tal y como se puso
la cosa, o lo tumbaba o perdía. Y nuestro bolsillo no podía permitirse una
derrota.
- Cariño, pero
tampoco era necesario –dulce-, podíamos haber tirado para adelante de otra
manera.
- Vosotras sois
lo primero. Yo me pondré bien –suena el pitido que anuncia que a la llamada le
quedan veinte segundos-. Cariño, esto se va a cortar, te llamo mañana, ¿vale?
- Vale, cuídate
mucho, cariño. Te amo.
- Te amo. Da un
beso a las niñas.
Se corta la
llamada.
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