Texto publicado en El Faro Astorgano hoy, 31 de enero de 2017.
Un HONOR.
MICHI PANERO, EL HOMBRE AL QUE CASI
CONOCIMOS
Antonio J. Quesada
Michi
Panero está otra vez de actualidad. Michi Panero estará siempre de actualidad,
porque los creadores y las personas sugerentes se llevan durante todas las
temporadas. Bartleby va a publicar en breve “El desconcierto. Memorias
trucadas”, de Javier Mendoza y “Funerales vikingos”, recopilatorio de cuentos,
artículos y textos más o menos dispersos del propio Michi. Michi tiene quien le
escriba y quien le publique. Después de tantos años…
Michi
Panero sigue generando gran interés, pero todo esto de vivir no fue fácil: no
es fácil nacer de Leopoldo Panero y de Felicidad Blanc, y todavía más complejo
resulta nacer después de Juan Luis Panero y de Leopoldo María Panero. No era
fácil ser Michi Panero, por tanto. José Moisés, su nombre original, nacerá en
1951 y tendrá que sostener a tan complejo personaje desde temprano, por la
mañana, hasta última hora de la noche (generalmente, elevada hora).
Ahora
podremos cambiar algunos de los apelativos que siempre le acompañaron, como el
de creador sin obra o escritor
sin libro, como le llamara Utrera. “Me dan muchísima pereza los libros. He
empezado mis memorias cuarenta veces pero cuando llegaba a la página 70 y las
releía, comenzaba a tachar porque veía que la mitad era mentira: era
literatura”. Para su hermano Juan Luis eso exactamente era un libro de memorias,
también es cierto: para gustos, colores. Se dice que Planeta quiso comprar esas
presuntas memorias, pero que deseaban sensacionalismo sentimental, casquería
rosa, y la operación no salió bien. Se dice que Soledad Puértolas le sugirió
incluso un título para ese nasciturus
editorial: Instantes de felicidad.
También se recuerda que escribía Michi buenos cuentos, que agradaron mucho a
Francisco Brines, por ejemplo.
Michi, el Sastrecillo
valiente, como le llamaba Juan Luis, pues desde muy joven se metía con todo
el mundo
con una gracia para la queja y el cotilleo y una agilidad mental que nunca le
abandonarán. Michi debía pelear un hueco entre dos hermanos excesivamente
literarios, y se quejaba de eso (él, un personaje tan literario). Fiel a sí
mismo, por ejemplo, se identificó ante Umbral como “la menor de las hermanas
Brontë”, y aunque era el menos conocido al rodarse El desencanto, junto con su madre, pues no poseían obra creativa,
gracias a la película descubrimos a dos personajes espectaculares (antes
solamente al alcance de su círculo más próximo). En El desencanto nos encandiló: era alguien inmensamente atractivo,
que hablaba bien y que se movía ante la cámara como pez en el agua.
Con el tiempo Michi se
convertirá en un conocido personaje de la noche, durante los años de la movida.
Con el tiempo (sos)tendrá diversas parejas (incluso se casará fugazmente con
una hija de Antonio Molina). Con el tiempo comenzará
a hacer frente a enfermedades diversas y se irá desmejorando (lo que
posiblemente aumente su halo): golpes y más golpes de la vida, varias veces al
borde de la catástrofe y cada vez más desmejorado. Así se le verá en Después de tantos años, con la lucidez,
dura ironía y brillantez habitual, pero prisionero en un cuerpo anciano (Luis
Antonio de Villena apunta que esta película “es una suerte de acta notarial
sobre el fracaso y la desolación”; cada hermano sacará a pasear en procesión a
su soledad propia e intransferible). Poeta sin obra, pero con mirada poética (o
de prosista poético, cuando menos), sus monólogos en la película atraen como
atraen el abismo y la lucidez terminal. Michi fue siempre el gran promotor de
las películas sobre la familia, y escribía crítica sobre televisión en prensa:
la pantalla (grande o pequeña) como modo de subsistencia. Era lógico: sabía
cómo ganaba en el regate corto, ante la cámara y ante la vida.
Volvió
a Astorga, quizá para no tener que terminar vendiendo cerillas en la Gran Vía
(como comentara en Después de tantos años).
Volvía a casa, al pueblo, y allí fallecerá: será el primero de los tres hermanos
en hacerlo, en marzo de 2004. En Astorga se le recuerda, solitario y lúcido,
arrastrando sus males y a su personaje hasta que todo terminó un día que, sin
duda, no estaba excesivamente lejos. Marta Moriarty escribió incisivas
palabras ante esta muerte: “Michi era un niño listo y mal criado que actuaba
sin pensar jamás en las consecuencias de sus actos, y cuando digo actos sólo
quiero decir palabras, pues Michi actuaba poco y hablaba mucho. Tenía el don de
la palabra y fue una pena que por tanto pudor se negara a escribir como hacían
ya todos en su familia y quizás, o al menos eso decía él, precisamente por eso.
(…) Poseía un ingenio rapidísimo y unos rizos espléndidos en su pelo
prematuramente blanco, un raro sentido de la elegancia y una fragilidad que le
hacía peligroso como a todo animal asustado. Es muy triste la muerte de Michi
Panero, pero esta muerte ya había ocurrido hace mucho tiempo cuando él supo que
nunca llegaría a nada, ni siquiera a escritor maldito. Si tuviera que
escribirle un epitafio diría: "Aunque lo intentó, nunca hizo mal a nadie"”. Luis
Antonio de Villena apuntará sobre él que “era como el actor de un drama que no
tiene papel o que se equivocó de obra y recita en la que no debiera. (…) Michi
es un existencialista sin causa”. Nacho
Vegas compondrá una bella canción en la que juega con ese mito del atractivo
derrotado que, en el fondo, resulta vencedor, aunque nadie lo reconocerá: no le
nombrarán Hijo Predilecto de donde sea, ni recibirá premios o le llevarán a dar
conferencias y esas cosas que hacen los presuntos ganadores, en Ateneos y en
cursis salones de provincia.
Pero
se escribirá sobre él, y se recopilarán sus textos. Lo estamos comprobando. Porque
Michi sigue despertando interés. A lo mejor esto nos ayuda a conocerle algo
más, para no seguir siendo ese hombre que casi conoció a Michi Panero del que
hablara Nacho Vegas.
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