lunes, 23 de marzo de 2015

EL DÍA DESPUÉS CON EL HOMBRE TRANQUILO

Ayer se votó no sé qué por estas tierras andaluzas, a algún jefe de tribu, según tengo entendido (este año se elige a bastantes jefes de tribu; aquí, allá y más allá). Y como tengo la cabeza a punto de explotar con tanta victoria política y tanta celebración por todas partes (todos han ganado: unos más, otros algo más y otros mucho más), busco un rayito de lucidez, y para eso me refugio en alguien a quien admiro profundamente: ese hombre tranquilo en su modo de ser pero rebelde en su modo de estar (admirable combinación). Adoro a Leonardo Sciascia. Un "bonus pater familias" siciliano traspasado por Voltaire y su tradición que, claro está, periódicamente ponía la Italia de la segunda mitad del Siglo XX patas arriba (él y mi adorado Pier Paolo Pasolini, ¡ay, esta relación, que está por estudiar con detalle!).
Y en estos días de resaca socio-política prefiero refugiarme en la socarronería de "Todo modo". Porque la lucidez, pese a que lo arruina todo, nos permite seguir mirándonos al espejo por las mañanas.
Con ojos de sueño, eso sí.

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