Ayer se votó no sé qué por estas tierras andaluzas, a algún jefe de
tribu, según tengo entendido (este año se elige a bastantes jefes de
tribu; aquí, allá y más allá). Y como tengo la cabeza a punto de
explotar con tanta victoria política y tanta celebración por todas
partes (todos han ganado: unos más, otros algo más y otros mucho más),
busco un rayito de lucidez, y para eso me refugio en alguien a quien
admiro profundamente: ese hombre tranquilo
en su modo de ser pero rebelde en su modo de estar (admirable
combinación). Adoro a Leonardo Sciascia. Un "bonus pater familias"
siciliano traspasado por Voltaire y su tradición que, claro está,
periódicamente ponía la Italia de la segunda mitad del Siglo XX patas
arriba (él y mi adorado Pier Paolo Pasolini, ¡ay, esta relación, que
está por estudiar con detalle!).
Y en estos días de resaca socio-política prefiero refugiarme en la socarronería de "Todo modo". Porque la lucidez, pese a que lo arruina todo, nos permite seguir mirándonos al espejo por las mañanas.
Con ojos de sueño, eso sí.
Y en estos días de resaca socio-política prefiero refugiarme en la socarronería de "Todo modo". Porque la lucidez, pese a que lo arruina todo, nos permite seguir mirándonos al espejo por las mañanas.
Con ojos de sueño, eso sí.
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