Acaba de publicarse el número 27 de "Manual de Uso Cultural". Participo con este breve comentario sobre el último libro de poesía publicado por mi admirado Jaime Gil de Biedma (después vendrá, ya, alguna antología y la poesía completa). Agradezco a Miguel Pradas que contara conmigo para este número.
“POEMAS
PÓSTUMOS”
Antonio J. Quesada
“Poemas póstumos” (1968) es el último de los
libros que componen la obra poética completa de Jaime Gil de Biedma (JGB), el
poeta que siempre prefirió ser poema. En 1969 aparecerá la antología “Colección particular” y,
ante todo, la mítica recopilación de la poesía completa en “Las personas del
verbo”, Seix Barral, ediciones de 1975 y 1982 (otras antologías llegarán con el
tiempo; con el tiempo llegan tantas cosas…). El poeta de la experiencia bien
entendida (Langbaum bien metabolizado), del poema como simulacro de la propia
experiencia real, echa el cierre poético, como quien dice (aunque los “Poemas
póstumos” tendrán más vida de la que sugiere su rotundo título, con tres
versiones: 1968-1975-1982). Menos mal que, como le escuché a Juan Manuel
Villalba, la poesía no se mide por quilos sino por quilates, pues la poesía
completa de JGB cabe en un librito de bolsillo. Estamos ante la mejor poesía
española de la segunda mitad del Siglo XX, según Álex Susanna y, desde luego, una
de las más sugerentes para los nuevos creadores. Muchos quilates. Pero cada
nuevo libro que JGB no publicaba agigantaba su leyenda, como apuntó Dalmau.
“¿Por qué no escribe?”, le preguntaban con frecuencia. Solía responder: “¿Por
qué escribí? Al fin y al cabo, lo normal es leer”.
Esa renuncia a seguir escribiendo puede
deberse a que la poesía de JGB fue el resultado de la invención de una
identidad: una vez asumida nada excita menos la inspiración que aquello que
eres. Y en “Poemas póstumos”, el autor de “Compañeros de viaje” y
“Moralidades”, autor de míticos poemas como “Infancia y confesiones”, “Por lo
visto”, “Apología y petición”, “A una dama muy joven, separada”, “Años
triunfales” o “Pandémica y Celeste”, que ha dedicado su atención poética a la
crisis de la adolescencia, a la crítica de la sociedad que le toca o a la mala
conciencia social (se avergüenza de los palos que no le han dado, incluso), entre
otras cuestiones, nos regala en 1968 su última colección de versos. Colección
en la que su voz se amarga, en la que el “yo poético” acude al encuentro de su
decrepitud con espíritu algo fatigado pero con la mente inhumanamente lúcida,
preparado para el “harakiri” poético en plenitud de facultades. En este último
libro, de una musculatura interior más intensa (lo social desaparece),
encontraremos textos no menos míticos en su obra, como “Contra Jaime Gil de
Biedma”, “No volveré a ser joven” (“el mejor poema que he escrito en mi vida”,
aseguraba JGB), “Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma” (medio material
para ejecutar al “yo poético” y evitar el suicidio de la persona),
“Conversación” (¡ay, Isabel, niña Isabel!), “Son pláticas de familia” (dirigido
a ese padre a quien gustaban más los primeros poemas, pues le recordaban a
García Lorca), “Himno a la juventud” o los descarnadamente lúcidos “De
senectute” y “De vita beata”. El “yo poético” decide que ya no es necesario
otro poema más, eso que nos parece imprescindible cuando somos jóvenes, pues
venimos a llevarnos la vida por delante. Pero es evidente: no volveremos a ser
jóvenes, ¿es necesario recalcarlo? En la obra, el yo que muere siente nostalgia
de lo que fue (no sé si la nostalgia es un error, pero suele ser ineludible y,
bien dosificada, incluso revitalizante) y el nuevo yo pretende afirmarse en
este honesto viraje vital hacia no se sabe dónde, pero seguramente irreversible.
Es inevitable que, en este devenir, no sólo
muera el Jaime Gil de Biedma poético que vertebró la obra de JGB, sino que también
el entorno del poeta se va convirtiendo poco a poco en el Monte de las Ánimas: su
sirvienta Modesta, su padre (¡ay, su padre!), Gabriel Ferrater, acaso Bel (en
el inolvidable poema “Conversación”), provocan que la voz del poeta hable para
sí mismo más que nunca. Aunque dicha voz venga en buena compañía (¿compañeros
de viaje?) por los efluvios literarios que apreciamos en los versos (Dante,
Góngora, Cernuda, Pavese, Eliot, Mallarmé, entre otros).
“Poemas póstumos”, la última entrega de un
poeta imprescindible para nuestra educación sentimental.
http://manualdeusocultural.com/poemas-postumos/
ResponderEliminarmuchas grasias me asudo
ResponderEliminarMuchas gracias, amigo, un cordial saludo,
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