Ayer
comenzaba a leer el exquisito libro de Juan Gil-Albert "El retrato oval" (que no es el
de Poe, retratos ovales hay por aquí y por allá...), y ya voy siguiendo
las peripecias de los zares de Rusia.
Recuerdo que de niño estaba platónicamente enamorado de alguna de esas niñas con destino trágico, y tenía sentimientos encontrados hacia ella: eran bellas pero distantes; eran descendientes de autócratas pero no merecían morir (quizás tenía asimilado a Camus antes de leerle), y por otra parte era consciente de que las altivas niñas como ella miraban a los niños como yo como si fuésemos insectos, y eso tampoco me gustaba (ya empezaba a sedimentar una máxima de mi vida adulta, como es no querer pertenecer a un club que no me quiere como socio).
Total, que estoy disfrutando con la exquisita prosa de Gil-Albert, y a ratos recuerdo que yo también montaba mi pequeña historia (todo lo atormentada y contradictoria que puede hacerla un niño) en torno a un retrato oval de la familia de los zares.
Recuerdo que de niño estaba platónicamente enamorado de alguna de esas niñas con destino trágico, y tenía sentimientos encontrados hacia ella: eran bellas pero distantes; eran descendientes de autócratas pero no merecían morir (quizás tenía asimilado a Camus antes de leerle), y por otra parte era consciente de que las altivas niñas como ella miraban a los niños como yo como si fuésemos insectos, y eso tampoco me gustaba (ya empezaba a sedimentar una máxima de mi vida adulta, como es no querer pertenecer a un club que no me quiere como socio).
Total, que estoy disfrutando con la exquisita prosa de Gil-Albert, y a ratos recuerdo que yo también montaba mi pequeña historia (todo lo atormentada y contradictoria que puede hacerla un niño) en torno a un retrato oval de la familia de los zares.
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