Niño de pueblo
Yo, de pequeño
nunca tuve pueblo
donde volver los fines de semana.
Por eso
envidiaba a los niños de pueblo de mi clase
(catetos
les llamaban algunos),
porque los sábados
volvían allí:
volvían al río,
a correr entre olivos,
a pelearse a pedradas
con los niños del pueblo de al lado
(que siempre son los malos en esta historia)
o a decir picardías
a las niñas
de las fincas vecinas.
No conocí más melones o pimientos
que los que compraba mi madre
en el supermercado.
Siempre fui un niño de ciudad,
y bastantes veces
eché de menos mi pueblo inexistente.
(De "Desde el otro lado del espejo")
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