No hace mucho (no recuerdo cuánto; tampoco importa), confesaba una de
mis más importantes lagunas literarias: Rafael Chirbes. No me importó
confesar esta laguna, aunque algún espíritu puro se sorprendiera de ella: en fin, ni soy divino ni orino Chanel Número 5
(salvo domingos y fiestas de guardar). Además, la confesión me sirvió
para recibir sugerentes consejos sobre cómo solucionar esto (aprender de
quien me puede ayudar: qué gran privilegio).
Posiblemente podemos definirnos, en la vida, tanto por lo que hacemos como por lo que no hacemos, pero uno debe saber qué lagunas debe solucionar imperiosamente (otras es mejor dejarlas siempre así). Y Chirbes exigía una reacción, claro está. Siguiendo un muy buen consejo (él sabe a quién me refiero: gràcies, amic) me he adentrado, en primer lugar, en "Crematorio", y es un texto con una musculatura literaria apabullante. Excelente trabajo, que además te sirve para aprender sobre cómo funciona este mundo en que vegetamos.
Hacía tiempo que no percibía esa sensación: es como si Chirbes me tomara de la mano y me dijera "ven, majo, que tienes muchos cachivaches conceptuales en la cabeza y eso no es bueno para tirar hacia adelante en la vida, y menos después de haber cumplido los cuarenta. Parece mentira, a tu edad... Te voy a enseñar cómo va esto de vivir".
Sigo la lectura con pasión, y ayer protagonicé una situación sugerente: tras deleitarme con el libro, como cada rato en que puedo abrirlo (autobuses, etc.), enciendo la televisión y pasan unas conversaciones de la trama Gürtel, donde todo lo que se escucha es prevaricación, yates, prostitución, prepotencia, viagra y, ante todo, un rebozado de grosería de nuevo rico que me resulta asqueroso. Prefiero el libro a la realidad, claro está: la realidad no está a la altura de mis expectativas.
Por cierto, muy barraliano, este sentimiento. Me agrada, por tanto.
Posiblemente podemos definirnos, en la vida, tanto por lo que hacemos como por lo que no hacemos, pero uno debe saber qué lagunas debe solucionar imperiosamente (otras es mejor dejarlas siempre así). Y Chirbes exigía una reacción, claro está. Siguiendo un muy buen consejo (él sabe a quién me refiero: gràcies, amic) me he adentrado, en primer lugar, en "Crematorio", y es un texto con una musculatura literaria apabullante. Excelente trabajo, que además te sirve para aprender sobre cómo funciona este mundo en que vegetamos.
Hacía tiempo que no percibía esa sensación: es como si Chirbes me tomara de la mano y me dijera "ven, majo, que tienes muchos cachivaches conceptuales en la cabeza y eso no es bueno para tirar hacia adelante en la vida, y menos después de haber cumplido los cuarenta. Parece mentira, a tu edad... Te voy a enseñar cómo va esto de vivir".
Sigo la lectura con pasión, y ayer protagonicé una situación sugerente: tras deleitarme con el libro, como cada rato en que puedo abrirlo (autobuses, etc.), enciendo la televisión y pasan unas conversaciones de la trama Gürtel, donde todo lo que se escucha es prevaricación, yates, prostitución, prepotencia, viagra y, ante todo, un rebozado de grosería de nuevo rico que me resulta asqueroso. Prefiero el libro a la realidad, claro está: la realidad no está a la altura de mis expectativas.
Por cierto, muy barraliano, este sentimiento. Me agrada, por tanto.
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