Alguna vez escribí un relato titulado "Cádi es La Habana con más salero". Sucedía en él algo que intento que suceda en mis relatos: que nos encontremos con una historia aparentemente cotidiana que sufra cómo los grandes temas de la vida se cruzan por ella. Como creo que puede ser la vida, más o menos: una sucesión de banalidades por la que aparecen las grandes cuestiones, aquí, allá o más allá.
Quebrando mi arraigada tradición de derrotas, este relato fue elegido Finalista en el II Certamen de Relatos Fantásticos Fancine-UMA en 2010, y se publicó, incluso, en una obra colectiva.
Hoy lo releía y, a ratos, era capaz de arrancarme una sonrisa: la historia de un cubano que viene a España a buscarse la vida y, durante la calurosa noche, recibe la visita del fantasma de su abuelo Liberto. No es poca cosa. Recuperan el tiempo perdido y hablan de lo divino y lo humano. Más de lo humano que de lo divino, claro: cultura, literatura, política, el Más Allá,...
Comienza así:
"Pese a que Eddy llevara ya cierto
tiempo en Cádiz no había terminado de acostumbrarse a un clima tan diferente
del clima de su isla. Era frecuente que algunas noches no pudiera dormir bien y
se despertase en mitad de la madrugada. Lo peor venía a la mañana siguiente,
porque no había quien le levantase de la cama. Y talar árboles por las mañanas
no es precisamente un trabajo donde conviniese estar medio dormido".
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