martes, 25 de octubre de 2016

EL (NADA) DISCRETO ENCANTO DE LA FAMILIA PANERO


EL (NADA) DISCRETO ENCANTO DE LA FAMILIA PANERO

 

 

Antonio J. Quesada

 

Todas las familias felices se parecen, pero cada familia infeliz lo es a su manera. Con esta o parecida frase (¡ay, las traducciones!) comenzaba Tolstoi su magistral “Ana Karenina”, y con su genial texto hemos disfrutado y, posiblemente, aprendido (además de nutrirnos de citas para parecer así como más cultos, en nuestras charlas) generaciones de lletraferits.

No conozco familias felices, en el sentido más literal de la expresión, como no conozco personas felices, salvo que liguemos esa pretendida felicidad con hipocresía, cacharrería trascendente o sometimientos o conformismos diversos. Y si alguien me demostrara alguna vez lo contrario plegaré las velas, por supuesto, pues solamente me pliego ante lo que es más correcto que lo que defiendo (ante la vida y sus hechos consumados no me pliego: me obligan a plegarme).

La familia Panero, ejemplo canónico en España de familia más o menos desestructurada (con esto hay bastante mito, como con casi todo lo relacionado con tan creativa familia), merece atención. Aquellos que hemos convertido la actividad creativa en un fin, en una religión, en una ética, en una estética o en una tabla de salvación personal, estamos en deuda con los Panero. Creadores tan entregados y sugerentes seguirán atrayendo nuestra atención siempre, no puede ser de otro modo. Me gusta repetir que en el interés por los creadores de la familia Panero, “en los Panero”, “se entra, pero no se sale”, ya que uno queda atrapado en las fronteras del abismo que diseñan.

Las vidas y obras de tantos sugerentes y poliédricos creadores merecen repaso y meditación, e incluso es posible que uno vaya cambiando de opiniones conforme pasa el tiempo (al autor de estas líneas le ha sucedido, y ha dejado por escrito ideas que ya no sostiene). Chávarri, con su genial película, puso en pie un arma de doble filo que, si bien ejecutaba nuevamente, de modo inmisericorde, al ya fallecido Leopoldo Panero, levantaba sobre su cadáver exquisito (y en contra del mismo) un posible mito de la familia. Jugar con realidades y ficciones puede llevar a confusiones, y puede que bastante de eso sucediera con “El desencanto”, de ahí tanta polémica: los protagonistas eran tan seductores que, a lo mejor, creímos que esas sugerentes máscaras (sospechosamente parecidas a las caras, todo sea dicho) eran las verdaderas caras, y consideramos verdad lo que, a lo mejor, era verdad maquillada por literatura y ficción. Nos enseñó Jaime Gil de Biedma que donde no se habla bien es difícil que se escriba bien, y “El desencanto”, obviamente, nos encantó: esos personajes atractivos, que hablaban tan bien, escribían no menos bien y maltrataban de modo freudiano a un padre ausente y a ellos mismos, de paso, enganchaban.

Con “El desencanto” puede que sucediera algo parecido a lo que, a lo mejor, sucedió con el 23-F (tema obsesivo para Leopoldo María durante un tiempo, por cierto): que cada uno hacía su propia guerra por su cuenta. A lo mejor no existe “El desencanto”, sino “Los desencantos”, y Chávarri ajustaba sus cuentas por un lado, Querejeta las suyas por otro y Felicidad y los chicos, cada uno, daba su propio golpe de estado aprovechando que el Pisuerga, durante el rodaje, pasaba por Astorga. Y, todo eso ensamblado, tanta lucha contra tanto demonio familiar y obsesión, conformaba lo que hoy conocemos como “El desencanto”. Contribuyendo al nada discreto encanto de “El desencanto”.

Ha determinado tanto las interpretaciones, esta película, y en tantos sentidos, que vamos a dedicar atención, en esta serie de trabajos, a los diversos miembros de la familia, y ceñiremos esa Familia al padre, la madre y los tres hijos, que son los que aparecen-no aparecen en la película: obviamos a Juan, prematuramente fallecido, y a otros familiares que no aparecen ante la cámara ni se les espera.

Hay que detenerse en cada uno de ellos y extraer el jugo creativo que proporciona, que no es escaso: cada uno tiene una película, como hubiese asegurado un cineasta. Es lo que pretendemos con estos trabajos: detenernos en cada uno de ellos y filmar una especie de “trailer” de cada una de esas películas.

Es justo y necesario, que dicen en las misas.

Es justo y necesario detenerse y admirar el (nada) discreto encanto de la familia Panero. El apabullante encanto de la familia Panero. Y concluir si el innegable encanto de “El desencanto” nos distorsiona, a la hora de razonar.

Encantado de afrontar esta tarea.

6 comentarios:

  1. Buenos dias amigo Antonio , suscribo , subrayo y casi bendigo( que Dios me perdone) lo que has escrito.
    La familia Panero es un claro ejemplo para los que "creen" en el encanto y el desencanto....Espero que el tiempo y escritos como este le hagan verdadera justicia .Tú si que tienes ENCANTO.Un abrazo de quien no te ve pero no deja de leer tus encantos y desencantos Panerianos

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  2. Gracias, Cheska, por compartir estas complicidades culturales, que son la sal de la vida. ¡Abrazos muy fuertes!

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  3. Adentrémonos en las oscuridades con la luz, espero esclarecedora , que se merece el tema, aunque el tema lo intuyo llena de claroscuros, matices y texturas ásperas, pero el tema se merece mi atención y más expectación que la poca creada en unos medios de difusión que alimentan demasiado la mediocridad.

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  4. Intentaremos adentrarnos por tan sinuosos y sugerentes caminos con la lamparita encendida, a ver si nos da algo de luz... Gracias, querido Víctor, por compartir camino. Abrazos,

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  5. Familia poliedrica donde las haya...estaremos atentos a tus aportaciones.

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  6. Gracias, querida Inma. Como bien dices... a su lado no nos aburriremos, ya verás. Abrazos fuertes,

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