LEOPOLDO PANERO EN EL
INFIERNO SARTREANO
Antonio J. Quesada
La primera impresión que
tengo, cada vez que me acerco a la figura de Leopoldo Panero, introduciéndome
por algún recoveco de su vida o de su obra, es la de que estamos ante un
creador que ha sido juzgado por medio de tópicos con una intensidad desmesurada.
En España eso no es difícil, en general, pero este caso supera a todos (o a
bastantes) de los ejemplos conocidos. Seguramente no es malo para un creador envolverse
en un halo más o menos real y/o inventado, pero que ese halo caiga a plomo y
destroce al personaje tampoco parece positivo. Algo de eso ha sucedido a
Leopoldo Panero. Mucho de eso ha sucedido a Leopoldo Panero.
Cuando
se piensa en él se comienza recordando que era Poeta Oficial del franquismo, se incide en su polémica con Pablo
Neruda (y en su Canto Personal) y se
vuelve a su conflictividad y a sus andanzas etílicas (¡ay, su mítico mal vino!) y prostibularias. Generalmente,
para desacreditarlo como creador. Sin dejar de ser cierto todo eso a lo que se
alude, pues no cabe duda de que todo ello es parte esencial de su imagen (bastante
divulgada por él o sus próximos, como veremos), quedarnos ahí es injustamente
unilateral. La realidad es bastante más compleja, y para matizar esa imagen podríamos
comenzar recordando la carta que Vicente Aleixandre le dirige el miércoles 15
de abril de 1931, fecha señalada en la Historia de España, y cuyo contenido
íntegro es el que sigue: “Leopoldo amigo: Esta tarde, si puedes, te
esperamos Cernuda y yo en Miami a las 8. Si tienes que ir a la Pta. del Sol o
adyacentes a vitorear a la tierna República, iremos los tres. No faltes. Ya nos
contarás. En honor tuyo daré en este continental mi primer viva a la República.
¡Viva la República! Sí, chico, por mí que viva la joven doncella. ¿Te atreves a
violarla? Hasta luego. Tu amigo y casi correligionario, Vicente Aleixandre”. Esta carta no se manda a un enemigo de la República. Y podríamos
seguir apuntando anécdotas que ponen en duda esa imagen unilateral tan
extendida: recién proclamada la República da a conocer en El Faro Astorgano un romance en honor de Galán y García Hernández;
además, publicará en Caballo Verde para
la poesía, la revista de Neruda; se relaciona con César Vallejo (quien será
hospedado en Astorga, incluso) o se le recuerda luciendo la insignia de la hoz
y el martillo en la chaqueta o colaborando con el Socorro Rojo. No parece, todo
ello, un pasado especialmente reaccionario. Al estallar la guerra civil será
denunciado y detenido, junto a un allegado que será ejecutado, y él logrará
salvarse casi de milagro, como todos conocemos.
A
partir de entonces, ahora sí, será un creador vinculado con el franquismo y el
nuevo Régimen (aunque esté en contacto con personas del exilio como Luis Cernuda).
Primero será una especie de “poeta bajo palabra de honor”, y pronto llegarán
tareas creativas conectadas con el Régimen (la misión en Londres, giras por
Iberoamérica, etc.), así como libros de la talla de “La estancia vacía” (1945)
o su gran trabajo, “Escrito a cada instante” (1949, Premio Nacional de
Literatura), junto a otros (sí, también “Canto Personal” en 1953, sí). Fallece
en 1962 y, como creador, comenzará a dejar de ser excesivamente leído. En
1973 se publicaron sus Obras Completas, al cuidado de su hijo Juan Luis, en
Editora Nacional, y en 2007 se publicará otra edición a cargo de Huerta Calvo.
¿Qué sucederá cuando
llegue El desencanto, en 1976? El desencanto provoca que Leopoldo Panero
vuelva a estar de actualidad, pero aunque es recuperado para el
imaginario colectivo, su obra queda en un segundo plano y su imagen no sale muy
favorecida de la película. ¿A qué se debe esa mala imagen? A varios factores, aunque
podemos resumirlos, básicamente, en dos:
- En primer lugar, el Leopoldo Panero de El desencanto es, no cabe duda, el “Leopoldo-Panero-Poeta-Oficial-del-Franquismo”, conforme a esa imagen inexacta ya relativizada. Pero era bastante más, en esta película (basta repasar las inquietudes de Chávarri y Querejeta): Panero es también la imagen de la familia tradicional, que debe ser puesta en tela de juicio, así como es una metáfora del propio franquismo en sí, inevitablemente cuestionado, en todas sus facetas, al comienzo de la transición. Es el enemigo a batir por partida triple: ¿se puede salir bien parado de una batalla así? Es complicado.
- No bastando lo anteriormente expuesto, debemos destacar que Leopoldo no puede defenderse de los severos ataques que se realizan en la película, pues había fallecido bastante antes. Viene a la mente, inevitablemente, Huis Clos, del genial Sartre. Cuando contemplamos el mundo somos el centro de todo: todo se organiza a nuestro alrededor. Todo está dispuesto para que yo organice el universo, que gira en torno a mí. Pero esta situación cambia cuando entra alguien más en juego: entra en juego el otro. Parecía una cosa más, para mí, pero, ¡ay!, era otro demiurgo, como lo soy yo. Y dos demiurgos son multitud: ahora quiere ordenar mi espacio, me juzga, me ordena y, por tanto, me cosifica. El infierno, por tanto, son los otros. Leopoldo Panero es cosificado en la película, acribillado no por los besos de sus hijos, sino por cuatro atractivos demiurgos que cargan las tintas en los aspectos más negativos de su personalidad. Leopoldo, es evidente, es una estatua embalada, sin voz ni voto: Chávarri lo refleja magistralmente.
Por tanto, tras El desencanto Leopoldo Panero vuelve a
estar de actualidad como personaje, pero sufre cómo su figura es simplificada y
tratada de modo injusto, con bastante responsabilidad por parte de su propio
círculo. Y no solamente podemos encontrar esa simplificación en El desencanto, como hemos visto, sino también
en textos de sus hijos, como el mítico poema de Juan Luis “Frente a la estatua del poeta Leopoldo Panero”
(“Desapariciones y fracasos”), que ahora veremos, en las memorias de Felicidad
Blanc (“Espejo de sombras”), o incluso en algún texto propio (como su
no menos mítico poema Epitafio, donde
juega con la idea de su gusto por el alcohol).
Soy de la opinión de que
los miembros de la Familia Panero fueron muy inteligentes a la hora de influir
en el canon de interpretación de sus propias obras, pues lo reconducen
constante y exitosamente, tanto en las películas (en El desencanto de modo espectacular, y en Después de tantos años se profundiza y refuerza en dichos imaginarios)
como en sus mismas obras y declaraciones. En lo que afecta a Leopoldo, nos
parece que Juan Luis, en su poema “Frente
a la estatua del poeta Leopoldo Panero”, hace un exhaustivo repaso por los
tópicos que se pueden asociar a su padre, solidificando más ese imaginario: incide
en su faceta alcohólica (“Poeta húmedo como Darío”, “el asunto de tu bebida ha
dado ya mucho que hablar”), sus hazañas prostibularias (“También se han comentado
tus proezas en los burdeles”), su mal genio (“En cuanto a los arranques
violentos de tu genio / para qué mencionar lo que todos sabemos”), incluso en
cómo era considerado rojo por unos (“amigo de Vallejo, condenado en San Marcos”)
y azul por otros (“amigo de Foxá, poeta del franquismo”), aunque esto último
calara menos en el imaginario colectivo.
Leopoldo
Panero: un excelente poeta que tiene que abrirse paso, después de muerto, ante
esa imagen unilateral e inexacta que se divulga de él. Considero, además, y no
es poco importante, que la vida no le permitió realizar personalmente ese
“descargo de conciencia” político que tantos de sus amigos y allegados sí
hicieron, con mayor o menos profundidad y credibilidad, con el tiempo. Amigos y
allegados que se aprovecharon de que sus imágenes públicas acabaran siendo muy
diferentes al sambenito eterno que arrastra Leopoldo Panero.
La simplificación absurda y coherente con estos días de titulares y ensañamiento , tiene siempre la tentación ( a falta de ideas buenas o malas ) de atribuir esa unilateralidad al prójimo .Especialmente al prójimo genial ,absurdo e inclasificable .
ResponderEliminarLo no clasificado inquieta: todavía no está archivado, neutralizado, etiquetado. Hay que juzgarlo inmediatamente...
ResponderEliminarTerrible.
Gracias por compartir estos ratitos creativos, querida y admirada Mari Cruz
Buena defensa, amigo Antonio.
ResponderEliminarMuchas gracias, querido y admirado Hilario, por tu mensaje. Por aquí seguimos, sacando ratitos para elucubrar sobre creatividad, entre estudio de tanta gris ley. Abrazos muy fuertes,
ResponderEliminarEl infierno es la experiencia de soledad que procede de nuestro orgullo, egoísmo y desconocimiento.....este último gracias a ti verá el cielo.Panero fue un buen hombre.Muyyyyy buen artículo.Enhorabuena
ResponderEliminarGracias, amiga, por tu complicidad, abrazos muy fuertes
ResponderEliminarCada vez más interesante, un análisis exquisito, a continuar...
ResponderEliminarGracias, amigo Víctor, avanzamos en este repaso... Abrazos muy fuertes, gracias por compartir estos ratitos panerianos,
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